El viernes 15 de junio de 2012, me
invitaron para fundar el Frente Regional Iqueño, y un desesperado delegado preguntaba ¿Qué
hacer?, para terminar con la corrupción. Y me acordé de Fidel Castro, quien en
uno de sus acostumbrados mensajes a la juventud, proclamaba su necesidad de que hayan “puros”,
pero ni la juventud, ni el propio Fidel, redondearon la respuesta a esa
necesidad de “puros”, porque eso los hubiera llevado a reconocer la verdad. El
Estado laico nos ha conducido a la corrupción que vivimos, y la única manera de
encontrar puros, que la contradigan, es fortalecer a las iglesias, cualquiera
que sea, donde podrían encontrarse los hombres puros que se necesitan para
combatir a su contrario: LA CORRUPCIÓN. Y
bueno, reconocer que nos hace falta religiosos, destruiría en su esencia el
comunismo marxista leninista, que niega la existencia de Dios; por lo que Fidel
dejó inconcluso el tema.
La respuesta universal a la
pregunta ¿Qué hacer? Para combatir la corrupción, no puede ser otra que buscar
su contrario: ¡BUSCAR HOMBRES PUROS!
El problema es que nadie quiere
buscar hombres puros, porque todos estamos metidos en la corrupción. En ese
mismo congreso, pude observar que un pequeño grupúsculo de obreros mineros
manipulaba el congreso, imponiendo por la fuerza sus debilidades mentales,
pretendiendo que sus ideas erróneas, eran la receta perfecta para combatir la
corrupción, y así, pude convencerme que los fundamentos de Ortega y Gasset, en
su obra “La rebelión de las masas” tiene bases sólidas y que nadie puede
objetar que el ignorante (hombre masa lo decía con delicadeza) destruye aquello
que le es útil, y los pobres necios, que viven trabajando en los socavones de
una minera de Nazca, quieren salir a la luz, luchando contra la corrupción
imponiendo más corrupción, volteando la lógica aristotélica, esto es, hacer que
los que nacieron para obedecer sean los que manden, corrompiendo el sistema
democrático.
Para combatir la corrupción,
reitero, se requiere que se enderecen las cosas, que se ponga de pie, lo que
está de cabeza.
El problema que nos ha planteado
Humala, nace con Alan García, quien de ignorante discurseador, favorito de Víctor
Raúl Haya de la Torre ,
se convirtió en Presidente de la
República y de ahí en adelante, los que tienen mentalidad de
esclavos, asumieron la posición de gobernantes. Y éste pobre ignorante puso en
manos de los analfabetas el poder de elegir a los que deben gobernar este país.
Y con eso logró que nos gobiernen seres egoístas, codiciosos y carentes de toda
ideología política: Fujimori (cuyos desastres políticos y jurídicos todos los
sufrimos hoy) Toledo (cuya tortuosa mentalidad de siervo puso el poder político
en manos de los empresarios, a los que obedece por idiosincrasia) Alan García (en quien afloró la mentalidad
servir y se puso definitivamente bajo el poder de los capitalistas) y Humala
(cachaco que desnudó el inconsciente colectivo de los “cobrizos” el envilecimiento
de sus valores, que mereció las leyes incásicas- flojos, ladrones, mentirosos,
“vivos” y traidores- y su hipócrita sometimiento a los poderosos) que develó en
su conferencia en el Parlamento Europeo: “nosotros todo lo hacemos por interés
personal, perdón, interés común”, que no deja dudas que la corrupción, en el
Perú, no es funcional, sino estructural o constitucional. La tenemos impregnada
en los genes.
La corrupción la tenemos en el
hogar, cuando el padre permite que el hijo o la hija, lleve cosas que no ha
comprado, sea robado o sea como pago por un servicio carnal, y el niño ve que
eso lo alegra, en lugar de provocar una reacción en contra, lo que choca con la
“pureza” del niño y trastorna su escala de valores. Primero el dinero, la dádiva
aunque sea inmoral, antes que todo. Dios, la Patria , la familia, todo queda sometido al
interés crematístico, el lucro, la codicia.
La corrupción la tenemos en la
familia, cuando todos participan, o son cómplices, o apoyan a los delincuentes,
corruptos o inmorales, y cuando son descubiertos, los defienden a capa y
espada, aún en contra de las evidencias que los condenan.
La corrupción la encontramos en el
barrio, cuando nos hacemos los tontos ante las manifestaciones de latrocinios
por parte de los vecinos, y enfrentamos a las autoridades que persiguen a los
malandrines, bajo el manto protector del “pobrecito”, el “si no ha hecho nada”,
y cuando logran liberar al delincuente, soportamos sus bravatas.
La corrupción la tenemos en el
colegio, cuando los estudiantes observan que el profesor ingresó al profesorado
por influencias, violando los derechos de otros profesores con mejores
calidades y luego, entregan coimas al mal profesor, quien las recibe para mejorar
las notas, o el cínico que exige donaciones para mejorar su situación o se roba
lo que los padres de familia donan para la institución educativa. Está en el
Director que apoya las “colleras”, las “argollas” o grupos de poder, las
integra, o las fomenta, para ganarse el apoyo de los peores, para mantenerse en
el cargo.
La corrupción la vemos en las
calles, cuando los jóvenes comprueban que el policía exige coimas y que los
profesores las justifican con un “Pobrecitos. Es que ganan una miseria” lo que
colisiona con la pureza de los jóvenes que esperan una condena contra esos
actos inmorales.
La corrupción la vemos en esos
deportistas que llegan al estrellato y una vez en la cumbre, demuestra su
predilección por el sexo, el poder, el alcohol y las drogas, y luego de una
soberana orgía cargada de cocaina, engañan al pueblo diciendo que no pueden
jugar por la selección porque se han lesionado, y todos los responsables de la
selección justifican la corrupción, difundiendo la excusa tonta por todos los
medios de comunicación, sin explicar razonablemente cómo se produjo la lesión o
la intoxicación o lo que sea, en lugar de ordenar una investigación y que se
hagan análisis de sangre a fin de probar al mundo la clase de deportistas que
tenemos, y no admitir tanta corrupción, pues los pensantes sabemos que si a uno
le toca la mala suerte de que se le haga el antidoping, puede salir lo que
nadie en este país quiere que salga. Pero todos sabemos que la droga es la
culpable de toda corrupción.
La corrupción la vemos en las
autoridades, que lucran a expensas del pueblo, que los engañan, los traicionan,
les hacen promesas falsas, que son modelos o ejemplos de la corrupción, de la
podredumbre y del cinismo, pero esas malas personas no vienen de Marte, ni de
Venus, esos perversos salen de hogares peruanos, nacen de mujeres peruanas, son
criados en tierra peruana, lo que demuestra que los malditos son nuestros
hijos, que nosotros los criamos así y que como pueblo constitucionalmente
corrupto que somos, elegimos a los mejores exponentes de esa corrupción que
tenemos en los genes, en el cerebro, en el corazón y en la mente.
¿Qué hacer, para que esto cambie?
La respuesta es sencilla.
VOLVER LOS OJOS A DIOS. La crisis
que estamos pasando es la demostración viva de que ha fracasado el Estado
Laico, que tenemos que volver a enseñar Religión, cualquiera que sea la fe que se profese, en
las escuelas. Que los niños sepan que dentro un mundo corrupto, Dios tiene un
pueblo santo, un pueblo de hombres justos, que no se contaminan con la
corrupción. Que, tenemos derecho a la ciudad celestial que proclamó Francisco
Suárez, teólogo y filósofo de la imaginación y la libertad y
que en esa ciudad celestial, nadie pasa necesidad, nadie es engañado, nadie es
abusado, en donde de verdad se practica la excelsa obra de Dios.
Dios nos hizo libres, y por ende no
puede estar sujeto a dominio ni mandato imperativo de NINGUNA AUTORIDAD.
Razón Tiene el cajamarquino Santos,
cuando dice que el pueblo puede derribar a cualquier gobernante, si éste
demuestra ser el cabecilla de la corrupción, para poner en su lugar un hombre
justo, un hombre que sirva a Dios, y con ello su vida ejemplar la ponga al
servicio de los más pobres, como es la promesa que hizo en Cristo Jesús.
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