TEORIA
DEL BUEN PENSAR.
Según Kelsen, ante la pregunta de Pilato,
¿Qué es la verdad?, Cristo calló. Y ante ese silencio, Kelsen se autorizó para elaborar
una “Teoría pura del Derecho”, sin ubicarse en la realidad: ¿Cómo podría Cristo
enseñar lo que es la verdad, a un servil funcionario del imperio romano, sin
más inteligencia que atinar a quién debía adular para conseguir el cargo de
gobernador y por ende, la verdad le interesa un ardite?
¿Acaso Cristo, no sabía que Pilato fue puesto
ahí, por el poder político, para juzgarlo y condenarlo a muerte, en un juicio sumario, por lo que -para
el romano- la verdad no cuenta?
¿Acaso Kelsen no sabía que Cristo guardó
silencio ante los sacerdotes de su propio pueblo, porque los judíos se habían
sometido al yugo romano, por miedo a ser despojados de sus influencias, por lo
que –con ese fin- pervertían la verdad en todos sus actos?
Cristo sabía que los judíos querían su
muerte, para que ese sacrificio los libre de las represalias romanas, que se
estaba dando contra los hebreos que sí luchaban contra una verdad
incontrastable: No eran libres.
Cristo vino para sacar a luz la verdad y se
cumplan las escrituras, sin que falte una coma. Por eso era inútil intentar enseñarle
al romano el buen pensar. No podía perder tiempo echándole perlas a los
chanchos, o el pan de los hijos a unos perros, pues así está escrito: “Cállate
junto al Señor y espéralo, y no te indignes por el aprovechador, por el que
vive intrigando, para dañar al pobre y al débil[1]”.
Si analizamos bien la Biblia -y no con los ojos de Satanás- comprenderíamos bien
por qué Jesús no le dio ninguna respuesta a Pilato. Si antes, cuando los jefes
de su propio pueblo, los sacerdotes y los maestros de la ley, le dijeron:
“Dinos si eres el Cristo”, y Jesús de Nazaret les respondió contundentemente[2]:
“Si se lo digo, ustedes no me creerán, y si les
pregunto algo, ustedes no me van a contestar”. Entonces
podemos inferir que a los ignorantes y a los necios, no se les atiende sino que
se les ignora, como decían los antiguos “castígalo con el látigo de tu
desprecio”
¿Quién, en esta época puede enseñarle al
palurdo Trump, o al cacique Vizcarra, dueños de un conocimiento político deplorable,
cuál es la jerarquía del pensamiento? Como dice la palabra divina, “aunque
molieras en un mortero al insensato, no le sacarías su estupidez”[3].
Jesús, pues, se abstuvo de dar respuesta
a la pregunta de un necio, y ese silencio no autoriza a cualquier insensato, que
monte una teoría a partir de ese hecho falso, esto es, afirmar que Cristo no
sabía qué responder ante la pregunta de Pilato.
No es que a Cristo le importaba un bledo
que digan lo que digan, sino que el más justo de todos los hombres, que tiene
la verdad como cinturón, no podía, de
ninguna manera, responder en público a la pregunta de Pilato, si él
enseñaba que “si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado[4]”,
de lo que podemos inferir que, el prudente Jesús de Nazaret, tenía que callar,
obligado por sus propias enseñanzas.
Cristo no podía cambiar sus buenos
modales, por criterios ajenos. Si para el mundo, el fin justifica los medios,
para Cristo, los medios califican el fin. Si el fin era matarlo, entonces el
fin era malo. Del árbol malo salen frutos malos. Contestarle a Pilato, quien
aceptó el simulacro de juicio, para matarlo, indudablemente Pilato era un
gobernante que prefería ser halagado por los hombres, lo que lo descalificaría
en cuanto al fin.
Demostrar al romano, que la verdad es que
Dios creó al hombre para que viva en paz, con libertad y voluntad, sería darle
a Pilato un motivo más para acallar su conciencia y justificar su decisión de
matar al hombre, que es hijo de Dios, que vino a mundo para quitarnos la venda
de los ojos, para que veamos que Dios existe, que aunque no lo veamos en
físico, lo conozcamos por sus obras y a través de Cristo veamos su luz, sería
darle en la yema del gusto y gozar del aplauso de los judíos: Lo condena a
muerte, por decir que es hijo de Dios, insultando al César y blasfemando contra
el dios de los judíos.
Emitir una cátedra sobre lo que es la
verdad, como haría cualquier aldeano, lleno de vanidad, en busca de aplauso
popular, negaría la esencia de su misión: Que él es la imagen y semejanza de
Dios, quien se muestra humilde y sencillo, y no haciéndose preceder con los
aspavientos que provoca un terremoto o una tempestad. Hacerlo de esa manera,
sería mirar con ojos orgullosos, mostrarse altanero, lo que destruiría su
propia divinidad. Y la divinidad no es servirse de los demás, para halagar su
propia vanidad. La divinidad consiste en buscar al prójimo comprenderlo y ponerse a su servicio,
para guiarlo en el camino de la vida, aconsejarlo hasta que alcance su propia entelequia
como criatura creada por Dios, y ayudarlo para que se realicen sus proyectos en
su afán por satisfacer sus necesidades.
Igual, el buen pensar no consiste en
valerse del verbo, para subyugar o engañar al prójimo, para servirse de todos,
en la satisfacción egoísta de su propio ego, sino en discernir entre lo bueno y
lo malo, para ayudar a los demás al logro de sus fines, siempre que tales fines
sean buenos para los demás. Esto es, sin envidia, sin avaricia. ni codicia.
Ahora sabemos y en ese saber,
comprendemos por qué calló Cristo ante un Pilato preguntón. Y es que en el buen
pensar existe una jerarquía de menos a más.
En la jerarquía del buen pensar la base
es el conocimiento vulgar o popular, encima
está el conocimiento tecnológico, sobre éste se edifica el conocimiento
científico, más arriba se construye el conocimiento filosófico y en la cumbre, está
la fe, que completa el conocimiento y el entendimiento de todo, sea visible o
invisible, por lo que no necesita explicación, ni aclaración.
EL CONOCIMIENTO VULGAR
El conocimiento vulgar es una
circunstancia de hecho, que deriva de la naturaleza de la persona humana y por
ende, no se aprende, se posee desde antes del nacimiento. Es el conocimiento
que poseemos todos los que tenemos sanos los cinco sentidos, sin requerir
cualidades especiales, ni pertenecer a determinada clase social, tener o no
tener estudios, ser rico o ser pobre. No está sujeto a la ley de la oferta y la
demanda.
El conocimiento vulgar se adquiere a
partir de la concepción (la memoria viaja en los genes- y termina, cuando muere
la persona, (ya no existe). El conocimiento vulgar se transmite por herencia -en
los genes viaja la memoria, de generación en generación- y eso explica las
tradiciones, el folklore, el inconsciente colectivo, que diferencia a unas
organizaciones sociales de otras. Fluye en el diario vivir y como dice el
vulgo: se incrementa en la “Universidad de la vida”. Y se pone en práctica en
las comunicaciones coloquiales, que es el terreno propicio para el desarrollo
del orden social.
El conocimiento vulgar tampoco tiene
vinculación con la sabiduría o la inteligencia pues, como criaturas de Dios,
todos tenemos ese tipo de conocimiento elemental, que es distinto al conocimiento
científico, pues la ciencia exige que el conocimiento y el entendimiento se
sometan a un orden, que se logra sacrificándose ante las exigencias de la disciplina,
que el vulgo no tiene.
Cuando afirmamos que el conocimiento
vulgar es propio de la naturaleza del hombre que tiene sanos los cinco
sentidos, es fácil advertir que no incluimos a quienes tienen limitados algunos
de sus sentidos, y como consecuencia, están limitados sus receptores o emisores
biológicos de conocimientos, como por ejemplo, los mudos, porque no pueden
emitir palabras que sean fácilmente entendibles por el receptor (no pasa lo mismo con los mensajes escritos).
Igual le sucede a los sordos, que no
pueden percibir determinados sonidos y por ende no pueden conocer el gorjeo de
las aves, ni el sonido del aire, las olas del mar o determinadas melodías, lo
que hace imposible que adquieran conocimientos en esos temas, lo que les impide
manifestar sus experiencias en esas materias; y tampoco entran en la relación los
que tienen problemas cognitivos, como los imbéciles, los estúpidos o los
idiotas, que son los tres niveles de fallas en la comprensión del mundo
exterior.
Uno de los mayores problemas de las
personas con conocimiento vulgar es que se “zampan”
(no existe otra palabra más idónea) sin ningún temor, donde los sabios tienen
temor de ingresar. Así por ejemplo, hablan de Dios, pero jamás han leído ni
siquiera la carátula de una Biblia, no saben cuál es la diferencia entre una
Santa Biblia, una Sagrada Biblia y una Biblia. Percibieron una enseñanza sesgada
de las Santas Escrituras, pero igual, pontifican sobre la fe y sobre Dios, auto
referenciándose con autoridad superior a la de un obispo.
En el Perú, tenemos un promedio aproximado
al treinta por ciento de personas con problemas de cognición, que se hacen
llamar “mil oficios”. No saben nada de carpintería, pero como han visto laborar
a un carpintero, creen que el oficio es fácil y así, clavan los tornillos a
martillazos, en lugar de introducirlos con atornillador, herramienta que
conocen como “desarmador”, sin entender que es el martillo la herramienta con
la cual “desarman” un mueble en el que “clavaron” el tornillo.
Un ejemplo, en el otro extremo al de los
“mil oficios”, tenemos a los “avivatos”, los haraganes que buscan la manera de
vivir sin trabajar. La mayoría de gente de conocimiento vulgar, percibe que los
políticos ganan buenos sueldos del Estado y como ven la cosa fácil, se “zampan”
en política, a sabiendas que jamás han estudiado ese tema y creen que se
aprende por casualidad, “a martillazos”, por simple contacto con alguna persona
que tiene práctica en ese ambiente. Alejandro Toledo Manrique, un absoluto
ignorante en política, afirmaba que gobernar era “papayita”, pero después, cuando comprobó que era un arte, reservado
para gente excelente, se dedicó a lo que mejor sabe hacer el que se mete a
grandes trancos donde los sabios temen ingresar: Robar.
Todos los políticos bisoños terminan por
robar el dinero del erario y mentir cínicamente, buscando a quién echarle la
culpa de sus latrocinios. Carentes de capacidad política para gobernar, aducen
que sus virtudes son las que decidieron su elección y como la manipulación de
la propaganda sobre las mentes sugestionables fue lo que produjo el resultado, se
consideran dueños del Estado, al que conducen como si fuera su chacra, de la
cual obtienen todo lo necesario para satisfacer sus necesidades lucrativas y
las crematísticas de sus familiares, prosélitos y colaboradores.
No han leído a Platón, Aristóteles,
Macchiavello, Rousseau, Marx, Russell, y otras mentes brillantes de la política,
por lo que tienen un léxico paupérrimo, pero sus bolsillos son amplios y
rebosantes del dinero que los ricos aportan para los pobres y que se quedan
entre las manos de estos oportunistas, como se demostró durante las desgracias
que ha sufrido el país: Terremotos, inundaciones, plagas y pandemias.
Estos politicastros nunca llegan a entender
que la demagogia es la corrupción de la democracia –pero ella es el fundamento
de su actividad- y no conciben que con la demagogia se destruye el orden
público y social, pero viven en esa corrupción con la misma irresponsabilidad
de cualquier avezado delincuente, de tal manera que se hacen cómplices del tinterillaje,
porque muchos de esos seres vulgares y además bajos y viles, llegan al Congreso,
aprueban leyes que corroen el orden público y las buenas costumbres, recomiendan
rábulas para que ejerzan como fiscales o jueces, sin saber que corrompen el
derecho y la justicia, lo que en lugar de ordenar las relaciones interpersonales,
las relaciones de la persona con el Estado y del Estado con el orden social, fomenta
el caos.
El efecto es el desorden jurídico en que
vivimos los peruanos, donde el que tiene influencias goza de todos los
beneficios y el pobre, está aquí, pero no existe en el mundo del derecho ni de
la justicia.
El conocimiento vulgar tiene como
expresión material lo trivial, en todo orden de cosas. Para el conocimiento
vulgar es imposible distinguir lo útil de lo inútil, ni ambos conceptos de lo que
es dañino y por eso la persona vulgar obra sin pensar, pero con la ilusión
íntima de que está pensando o haciendo bien las cosas.
Sin embargo hace lo que le da su capricho
o dice lo que se le viene a la cabeza sin ningún filtro mental y en muchos
casos, obra sin que funcionen los controles mentales, porque sus fines
justifican todos los medios.
Generalmente no sabe cuáles son los fines
perseguidos y por eso no repara en cuáles son los valores preferidos. Después
de obrar –cuando el hecho está consumado- recién buscan alguna forma cómo
justificar sus reacciones arbitrarias o resoluciones carentes de objetividad y
razonabilidad.
El conocimiento vulgar relaciona un
conjunto de conocimientos desordenados y generados en forma espontánea, a
partir de la experiencia personal o de influencias de su entorno, lo que trae
como resultado estándares de vida, que no están ajustados necesariamente o en
forma comprobada, con algún tipo de orden social u orden público. En la
Pandemia, salió a relucir este tipo de conocimiento, por lo que la población
pudo observar, como en un mal espejo, la cultura que hemos creado, por años de
indiferencia, ante tan triste realidad.
Realidad que hace años José Ortega y
Gasset en la “Rebelión de las masas”, describe muy bien los efectos
perniciosos, que causa el conocimiento vulgar en el seno de la sociedad, narrando,
reflexivamente, que la masa destruye aquello que le es útil. Otro pensador,
José Ingenieros en “El hombre mediocre”, nos muestra cómo el conocimiento
vulgar opera en perjuicio de la civilización, afirmando que “nadie piensa donde
todos tragan”, y para no ser abundoso, cito a Cervantes quien en el “Ingenioso
Hidalgo don Quijote de la Mancha”, nos muestra al pícnico Sancho Panza,
haciendo gala de su conocimiento vulgar, repartiendo refranes a diestra y
siniestra, como aquel que dice: “hacer bien a villanos, es echar sal en el mar”
o este otro: “Más vale un toma, que dos te daré”, que en época de la Pandemia,
significó, más vale un bono de trescientos sesenta soles, que dos “dignidad” te
daré, y que podemos comparar con la frase “si no tiene pan, que coman
pasteles”, con lo que remato los ejemplos.
El hombre vulgar por lo general, se deja
dominar por los vicios, sobre todo el de la pereza y como es perezoso, no
quiere aprender nada nuevo. Le aburre leer (ya
dijimos que no lee ni la carátula de la Biblia) y es curioso verlos parados
frente a los kioscos de periódicos donde piden a otro que les lean los
titulares y les explique qué significa eso, para después lucirse en las
cantinas repitiendo lo que han escuchado, con la solemnidad de un catedrático, repartiendo
sandeces con más rapidez que el Coronavirus contagiando su virulencia. Por eso
no es absurdo afirmar que el peruano tiene los conocimientos que les el kiosco
de periódicos.
La Pandemia demostró que nuestros
gobernantes son del tipo conocimiento vulgar, vicioso, dominados por la pereza.
Ninguno desde el Presidente, hasta el funcionario de más bajo nivel, ha
realizado labores fuera del escritorio donde reposan todo el día, esperando la
hora de tragar o libar a sus anchas, desatando su verborrea en las “reuniones
de trabajo”, en el restaurante de moda –pagados por el Estado- al que no podría
acceder con dinero de su peculio.
Todo lo aprendieron en el escritorio de
alguna dependencia gubernamental, apoltronados o atornillados en el asiento, de
tal modo que ninguno tuvo la más remota idea de qué hacer para atender un “estado
de emergencia” y como no sabían qué es útil para atender a los posibles
contagiados por el Covid 19, copiaban de los noticieros, las acciones que
realizaban los países del primer mundo y lo replicaban hasta el hartazgo, en
los medios de comunicación, cuyas editoriales habían sido previamente compradas
con dinero del erario.
No hubo una acción que responda a las
reglas del buen pensar y las acciones aleatorias se sujetaban a las ideas
descabelladas e impensadas del Presidente de la República, quien se creyó que
era el único que podía pensar en todo el país, y nos atosigó con sus disparates,
con autoridad de profesor de educación inicial, que no llevaron a ningún fin,
siendo imposible que pueda ocultarse el fracaso de su gobierno, que causó más
daño que el mal gobierno de Alan García, el terrorismo de SL y MRTA, el
terremoto de Pisco y el Fenómeno del
Niño Costero del 2017 juntos.
Si hubiera tenido creatividad de
estadista, hubiera demostrado su conocimiento del pueblo indígena y activado el
sistema de juntas vecinales –tipo ayllu- para que sea el jefe de cuadra quien
reciba la ayuda del gobierno y la reparta entre los más necesitados de la
cuadra, y organice el sistema de defensa contra el Covid 19, de tal manera que
los alcaldes ladrones no se roben la plata y en lugar de conglomerar a la gente
frente a los bancos, para recibir una miseria, el jefe de cuadra reparta
alimentos y medicinas adecuada, proporcional y diligentemente, pero eso es
mucho pedir a un mediocre, incapacitado para gobernar.
A partir del conocimiento de los últimos
presidentes que han gobernado el Perú, tenemos el perfil del hombre vulgar.
El hombre de conocimiento vulgar se cree
experto en todo, que nada le es desconocido, y como es trivial, repite lo que
todo el mundo sabe, equiparan el arte grotesco con las obras de Leonardo o Dalí.
Llevados por sus pasiones comparan la música con que se festeja el sepelio de una
madre muerta, con una sinfonía de Beethoven o una ópera de Verdi. Para él, los
sabios son “sabihondos”, el profesional un “creído sabelotodo”, los militares son
“mercenarios”, la policía “polizonte”, de tal manera que se burla de todos, hasta
de Dios, rebajando a los que poseen conocimientos por encima de las burdas generalidades
o muletillas -que repite sin parar, como por
ejemplo el “esfuerzo”, que tiene pegado a la lengua Vizcarra, o el “hecho
aislado” de Fujimori - en venganza porque los
excelentes afirmaron, luego de cada una de sus trivialidades y dicharachos (dicho de
borracho): “ya lo sabía”; lo que para el vulgar es la
peor de las ofensas, pues denuda su nadería, vulgaridad e ignorancia, por lo
que se hace enemigo irreconciliable y toma como arma la mofa.
Como el vulgar busca el halago, le agrada
sentir un insignificante instante de altivez, aunque sea como vocal de un club
de barrio, termina por burlarse del que lo desacreditó, restándole importancia
a sus dichos, con la esperanza de ganarse los elogios de la masa, por la mofa
que hizo del prójimo. La masa, a su vez, prefiere el conocimiento vulgar al
tecnológico, al científico o al filosófico. Y lo peor de todo, es que no quiere
hacer ningún esfuerzo por salir de ese estado deplorable.
Los hombres de conocimiento vulgar, son
como Isacar[5] y se
conforman con saberse creados por Dios, para exigirle que les de todo, y si
Dios no se los da, lo “castigan” haciéndose ateos; otros llaman a Satanás para
pactar con él, y la mayoría recurre al Estado para que asuma la obligación de proveer
todas sus necesidades, por lo que se convierten en escuderos, adulones,
serviles, zalameros, rastreros, celestinas, felpudos o guardaespaldas, del
gobernante de turno y si el político, que goza de niveles de gobierno del
Estado, no cumple con satisfacer sus necesidades, se vuelven enemigos del
Estado o de la sociedad, y se dedican a arrebatar de su prójimo, por medios
violentos, lo que necesitan, con total menosprecio de las leyes, la policía,
jueces y demás medios de represión, para “castigar” a la sociedad y al Estado.
Algunos pocos, que aprendieron las arterías políticas, se lanzan a la aventura
política y si tienen suerte, encuentran el medio ideal para robar sin riesgos,
sea cual sea el cargo que llegan a alcanzar en sus avatares.
Como dice el dicho: “la
ociosidad es la madre de todos los vicios”, por lo que el perezoso se
vuelve mentiroso (para engañar al prójimo y obtener de él todo lo que necesita, con tal
de lograr sus fines) y el mentiroso se vuelve estafador
(para
seducir al prójimo o al Estado y lograr
que le entreguen lo que necesita) terminando por
hacerse ladrón (consigue lo que quiere por asalto), de lo que
fluye que el perezoso es inútil para la sociedad y al final de su degradación
social se vuelve delincuente, por lo que la sociedad tiene que segregarlo del ámbito
del grupo social, recluirlo en lugares apartados, o votar por él, ya que de
inútil, ha pasado a ser dañino. Y la masa tiene propensión por un sentimiento
negativo de destruirse, o destruir lo que puede serle útil, como dice Ortega y
Gasset.
Otra de las características del hombre de
conocimiento vulgar es que comunica a
todos, sus estados emocionales o sus pasiones. Cuando están alegres o tienen
una fiesta en su domicilio, ponen la música a todo volumen para que los vecinos
gocen con su alegría. Su cerebro no alcanza a comprender que los demás tienen
una vida independiente, alejada de sus pasiones o caprichos personales y que el
bullicio les molesta. Acostumbrados a vivir en el escándalo, no entienden por
qué los otros quieren menos ruido y que se molesten ante la manifestación de su
jolgorio., en lugar de aceptar compartir sus ganas de seguir “chupando”,
bailando, o tragando.
Se niegan a entender que sus emociones
deben guardarlas para sí como hace la gente civilizada, pero por el contrario, echan
la culpa de sus excesos a los otros: “¡Envidiosos! Son envidiosos”, “por eso se
mortifican y quieren silenciarme”. Son los otros, los que no piensan ni sienten
como él, los culpables de su infelicidad, lo que abunda en el incremento
desmedido del resentimiento social.
EL CONOCIMIENTO TECNOLÓGICO.
El conocimiento tecnológico, es el que
tiene toda persona que además del uso sano de sus cinco sentidos, tiene claro
lo que elige como objeto de su conocimiento y así conoce las diferencias entre lo
útil, lo inútil y lo dañino. El que tiene el conocimiento tecnológico cultiva una
especialidad, aprovecha lo que es útil, desecha lo que es inútil y evita lo que
es dañino.
La persona con conocimiento tecnológico viene
a ser un experto en determinada actividad humana. El técnico suma a sus cinco
sentidos la virtud de la observación para conocer el objeto de su especialidad y
además posee el talento para obtener el mayor provecho de las herramientas que
utiliza, para que su talento obre en beneficio de los demás. Tiene la destreza
para convertir en real lo que el científico piensa o inventa.
La
pandemia del Coronavirus puso en evidencia la importancia del conocimiento
tecnológico y nos dejó otra experiencia. Todos los países demandaban
respiradores artificiales, por lo que como efecto de la ley de la oferta y la
demanda, se produjo escasez y sobreprecio del producto, lo que motivó que la
mayoría de países desarrolle su tecnología y comenzaron a construir sus propios
respiradores, con los cuales se pudo atender a un mayor número de personas
infectadas.
En Perú, el Presidente Vizcarra, luego de
pasados los 90 días de someter a los peruanos a detención domiciliaria, tuvo el
gesto honesto de aceptar que los empresarios privados –a los que había hecho
víctimas de su resentimiento social-le donen casi un centenar de respiradores,
convencido que la estrategia dictada por su conocimiento vulgar no fue
eficiente para atender a los infectados, replicando el dicho: “los inteligentes
previenen, los estúpidos se lamentan”, siendo el caso que en cada aparición en
televisión, lo veíamos rodeado de sus ministros, lamentando cada fracaso,
denominando “errores” a su falta de capacidad para gobernar.
El conocimiento tecnológico se obtiene
mediante la observación o experiencia obtenidas de muchas situaciones
semejantes. Es un peldaño superior al conocimiento vulgar o popular, al que se
ha agregado un ingrediente especial que el conocimiento popular no tiene. El
que posee conocimiento tecnológico se llama técnico. El operario de una fábrica
textil, tiene conocimiento de lo que es una trama, una urdimbre, la diferencia
que hay entre uso y huso, etc., que no se da en el conocimiento vulgar.
El carpintero sabe para qué sirve un atornillador,
utilizando correctamente cada herramienta para su propósito, lo que no ocurre
con el sujeto de conocimiento vulgar.
El albañil conoce las proporciones que
componen la mezcla de concreto a utilizar en las distintas etapas de una
construcción, lo que no sabe la persona de conocimiento vulgar, que echa el
cemento y la arena a como caiga y no se determina por la consecuencia de sus
actos, por lo que no responde por los desniveles de un muro o la caída de un
edificio y no siente ningún temor ante el riesgo de accidentes que lesionen o
cobren la vida de sus amigos o familiares.
Cuando un sujeto de conocimiento vulgar
llega a gobernar un país, es obvio que no sabe qué es la democracia y “clava los tornillos a martillazos”, es
decir, impone su parecer por encima del orden social y del orden público, lo
que trae como consecuencia la destrucción o perversión del sistema, con el
consecuente dominio sobre los otros órganos del Estado, que establecen los
contrapesos que limitan los arbitrios del autócrata, cacique, o dictador.
En Perú, la falta de conocimiento
tecnológico y científico de nuestros politiqueros, ha degenerado en gobiernos
despóticos o sea, sin respeto alguno por la separación de poderes, lo que deja
en evidencia la necesidad de exigir que los políticos tengan como condición
para gobernar, el conocimiento y praxis de las reglas del buen pensar.
EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
El conocimiento científico es un atributo
propio de la persona que tiene sanos sus cinco sentidos, poseen una
especialidad y además los caracteres de la sabiduría y de la inteligencia, como
por ejemplo: aptitud para analizar lo que se pone ante su vista para su
conocimiento, a lo que se agrega los ingredientes de creencia, verdad y prueba,
propuestos por Platón en relación con el conocimiento; a lo que se debe agregar
los atributos de la sabiduría: perspicacia, justicia, juicio, rectitud,
sagacidad, conocimiento y capacidad para pensar.
Quien formula una afirmación debe de
creer en la misma. El conocimiento que se expresa debe de ser necesariamente
verdadero y deberá existir pruebas que certifique la veracidad de dicho
conocimiento. Esto significa que el conocimiento científico es un conjunto de
hechos verificables.
El Covid 19, demostró que el gobernante
peruano Vizcarra, carecía de conocimientos científicos, que se desprende de sus
afirmaciones aleatorias: “Estamos evaluando”, “depende de los resultados que
observemos durante este período”. “Estamos pensando en prorrogar el toque de
queda”, “Después iniciaremos el proceso de recuperación de la economía”, de lo
que sigue -por obligación- que el gobierno no podía -de ninguna
manera- determinarse antes que se produzcan los
resultados del azar, al que se sometieron todas sus especulaciones, por lo que
no pudo promulgar ninguna ley de carácter general y abstracta, que ordene las
acciones que deberían seguir autoridades y población, respecto al tema
Coronavirus, lo que deja en evidencia que el Presidente asumió una
responsabilidad para la cual no estaba preparado, usurpando las funciones de
los responsables del sector salud y que vengo a resaltar en este ensayo para
que jamás se vuelva a gobernar de manera improvisada, acientífica y artera,
como actúan nuestros gobernantes, cada vez que somos afectados por alguna
calamidad, en que lo único cierto, es que se aprovechan para beneficio personal
y lucrativo, toda declaración de emergencia, cuyo efecto inmediato es la
eliminación de concurso de precios o licitaciones para efectuar las
adquisiciones de bienes y servicios, a capricho del gobernante de turno.
Esa forma de actuar de los gobernantes de
Perú, nos lleva a afirmar que no hay conocimiento científico en el caso de no
haber verdad en la afirmación y esta no puede ser considerada verdad si no
existe la prueba que lo verifique.
Para tener conocimiento científico se
requiere ser observador, o sea tener más desarrollados los sentidos: del oído,
de la vista, del tacto, etc., para saber escuchar, ver y tocar lo que está
fuera de la mente del observador, pero también ser analítico, para estudiar con
objetividad los hechos que tiene ante su vista, escucha o toca en el ambiente
en que se encuentra.
El conocimiento científico es más
exigente que el tecnológico, ya que no todos los conocimientos aportados por
disciplinas científicas pueden considerarse en sí mismos científicos, como por
ejemplo, la aplicación de las “pruebas rápidas” para establecer los datos
estadísticos en vías de controlar al Covid 19.
La razón de esta diferenciación es porque
para que un conocimiento sea científico necesariamente debe obtenerse a partir
de un método estructurado, habitualmente llamado método científico. De la
observación se pasa a la formulación de las hipótesis que habilitan la
comprobación experimental, que es condición sine qua non, para la elaboración
de leyes que expliquen los fenómenos del mundo[6].
El científico explica la causa y efectos
de los fenómenos que se han producido, utilizando fundamentos razonables y
experimentales, consecuentemente el conocimiento científico es eminentemente
explicativo.
Por ejemplo, la pandemia del Covid 19,
dejó en evidencia que el gobierno peruano no sustentó sus medidas de prevención
en base al razonamiento científico, sino que sujetó toda su estrategia a un
antojadizo manejo político, apoyado en el conocimiento vulgar o popular, que
confió en que con 15 días de aislamiento, sin comprar medicinas, pruebas
moleculares, oxígeno y respiradores, contratar más médicos o acondicionar
hospitales de campaña, se acababa el problema “a martillazos”.
La consecuencia fue que el pueblo
inicialmente confió y apoyó las
disposiciones demagógicas, erráticas o imprevisibles del Gobierno de Martín
Vizcarra, sin que exista una ley general y abstracta que ordene las acciones idóneas
o eficientes para que se enfrente la pandemia con el aporte de todos los
sectores, en pro del bien común para lograr la paz social en salud. Contra la
razón del pensamiento científico, el gobierno logró imponer su arbitrio “a
martillazos” y con eso sugestionó a las mayorías populares, que apoyaron las
medidas demagógicas (hasta en un 96 por ciento de los encuestados) la misma que
atacó a la minoría de pensantes científicos, que pedían más prudencia.
Siendo el caso, que terminados los 90
días de confinamiento social, los perjudicados le dieron la razón a los
expertos que exigían al gobierno la obligación de someter el procedimiento de
emergencia a una ley general en que conste cuál es la planificación, cuántos
son los contagiados y cuántos los muertos que se calcula serán los afectados y científicamente
vaticinados, para que sea posible medir los resultados de las medidas
gubernamentales y no estar sujetos al azar, la conveniencia o el arbitrio del
Presidente. Cuál era la estrategia desarrollada, los sectores comprometidos y
la entidad encargada de su cumplimiento, qué espera el Estado de sus ciudadanos
y cuál es el aporte que deben prestar, para la consecución del fin perseguido y
cómo se han determinado los valores preferidos en dicha planificación.
Nada de esto existe, ni siquiera en el
momento que estoy escribiendo este ensayo y creo que tampoco existirá cuando
usted lo esté leyendo, lo que explica por qué la población perdió la confianza
en el gobierno y fracasó el diseño acientífico, apolítico, antisocial y
antieconómico de Martín Vizcarra y sus áulicos, todos incapaces para gobernar
en situación de emergencia.
En la práctica, el único que tenía
conocimiento de lo que había de hacerse era el Presidente Vizcarra, quien iba
sacando disposiciones a la medida que se cuestionaba sus decisiones, luego de
cada una de sus conferencias de prensa diarias que ofrecía para aparecer como
el “vencedor político” de la pandemia en el Perú, a puros “martillazos” (se
relaciona con el nombre “Martín”), con los que mantenía sugestionados por su
“eficacia” a la población de conocimiento vulgar.
La falta de conocimiento científico del
Presidente de Perú, no le permitió discernir cuál era la mejor opción para
superar el problema, por lo que primó su arbitrio y en base a su conocimiento popular,
impuso a los demás sus ideas erráticas, obligando a sus áulicos a que se
muestren con el bozal puesto, para que todos sepan que el único con derecho a
hablar era él y si autorizaba hablar a alguno, debía leer lo que les había
impuesto.
El Presidente, aprovechó que la falta de
civilización de las masas, las impulsa a vivir arrebañados, que la masa es
proclive a la pandilla, la collera, el barrunto, el clan, la argolla, la
comunidad, el grupo y con la misma irresponsabilidad con la cual disolvió al
Congreso opositor, desarregló el orden social y el orden público, descomponiendo
la unidad y fraternidad de los
ciudadanos, prometiendo ventajas crematísticas para todos, pero entregándoles
bonos de manera diferenciada, en favor de sus simpatizantes, adulones y
cortesanos y en desmedro de los más pobres, sometidos a detención domiciliaria
-impuesta con el poder del fusil de las fuerzas armadas y policiales- a la desocupación
por despido abusivo, a la inanición por imposibilidad de trabajar de manera
independiente y al abandono más inhumano que se pueda imaginar, como si
hubiéramos sido invadido por una potencia extranjera, que dejó patente la
discriminación estatal en contra de los otros, de aquellos que no se sometieron
al yugo, lo que trajo como consecuencia el choque entre las creencias
cosmogónicas del indio y la felonía de los limeños, sometidos a las costumbres cortesanas
de la Colonia, acostumbrados a vivir de las propinas del gobierno, ahora denominadas
“bonos”, que los impulsaba a insultar a los provincianos que tienen otra
concepción de la vida, alienados por periodistas que prefirieron cobrar un
sueldo, que ver la realidad.
En el Perú, prevalece el inconsciente
colectivo colectivista, comunitario o comunista que heredamos del
Tahuantinsuyo, que prevalece sobre el egoísmo propio del adulón capitalino,
colonialista o cortesano, que facilitó la sobrevivencia de los criollos, los 3
siglos de dominación española y permitió hacerse del poder por las casi dos
centurias posteriores a la independencia del Perú.
De esa colisión entre lo ancestral andino
cosmogónico y el egoísmo mercantilista europeizado del limeño, surgió en pleno Siglo
XXI, la descomposición de la sociedad peruana, promovida desde Palacio de
Gobierno, y la difusión de los periodistas pagados con dinero del erario, que terminó
por dividirnos y así, bajo el imperio del “divide et vinces”, Martín Vizcarra y
sus áulicos se mantuvieron en el control centralista gubernamental, cobrando sus
remuneraciones al Estado por su inoperancia, ineficiencia y sin sentidos –a los
que Vizcarra solapó bajo el término “errores”, mientas exigían al pueblo el “máximo
esfuerzo” de tener que sobrevivir sin un
trabajo que garantice su sustento y el de su familia, sin dinero para pagar los
servicios básicos, ni para comprar sus alimentos, sin alimentos para reparar
sus fuerzas y sin fuerzas para ser sometidos a detención domiciliaria y
sometidos a detención domiciliaria, sin saber por qué.
Ese estado de cosas que despertó las
reminiscencias del Estado colonial esclavista, segregacionista y explotador,
que los perseguía para experimentar con ellos, la razón de la sinrazón que un
virus, con letalidad no mayor al 1% de la población, decida paralizar un país
de casi 33 millones, sólo para poder disponer a su libre arbitrio de los fondos
públicos, para agudizar las tensiones sociales y justificar un gobierno
dogmático jurídico, terminaron por agotar la mansedumbre de los más pobres,
quienes decidieron rebelarse ante el capricho gubernamental y volver a casa y
así, por miles, abandonaron Lima y retornaron a sus pueblos ancestrales, donde
viven pobres, pero con dignidad.
Esa fue una soberana decisión en reacción
contra el terrorismo del Estado y de los adulones del Presidente, sea
ministros, políticos o criollos, que presionaron agresivamente para imponer a
los demás, lo que suponen una sociedad moderna, sobre las costumbres
ancestrales de los otros integrantes del grupo social, a los que consideran como
sus peores enemigos, esto es, los otros peruanos, los que no piensan, ni
sienten, ni se visten, ni hablan, ni
viven, igual que los cortesanos limeños y limeñizados del Perú.
Nadie llegó a comprender que existe un
orden social, ni menos, entender la necesidad de contar con un orden público,
como sustento imprescindible para que pueda existir una nación, en la cual
todos aporten para el desarrollo del país en que han nacido y crecido. Esas
diferencias sociales que proliferaron en las redes, dejó la evidencia que nuestros
paisanos carecen de conocimiento científico para entender qué es el Derecho y que
la cultura del Tahuantinsuyo grabó en el inconsciente colectivo, la obligación
del Estado de satisfacer todas las exigencias del pueblo, pues entre nuestros
ancestros, no existía ni propiedad, ni vida privada; que todo era para uso y
disfrute común, que la forma de intercambio era el trueque, el trato directo en
ferias pueblerinas, que el pueblo es el que manda. Eso está metido en las
entretelas del cerebro y el alma del hombre andino, que es imposible de sacar.
Los “errores” del gobierno, dejaron en
evidencia la disolución social, iniciada desde el Estado, y de otro lado, que
el pueblo no tiene la inteligencia para ejercer su poder, por lo que permite
que se le sugestione por quienes se erigen como sus gobernantes -no siempre por
elección popular- por la artería, la traición, el fraude, el chisme y las
borracheras, lo que trae como consecuencia que de la noche a la mañana, cambian
los patrones de conducta de la masa,
así como de los receptores de sus
aplausos y si no les dan lo que quieren, se convierten en enemigos de quienes
poco antes eran objeto de sus zalamerías, tal como se han hecho enemigos de esas
personas inteligentes, de pensamiento científico, que les hacen ver sus
errores.
El Presidente Vizcarra, se desempeñó como
gobernador de Moquegua, de lo que se infiere que proviene de un ambiente en que
predomina el conocimiento vulgar, y se aprovechó del entorno plagado con gente
como “Richard Swing”, y otros chismosos, borrachos, cínicos y estafadores, que
sólo piensan en tragar -tragan todo lo que encuentran, sin ningún límite a sus
apetitos- y cuyo inconsciente colectivo tiene como fondo el dicho popular: “que
te mantenga el Estado”, y por eso adquieren gran cinismo y en base a ese
conocimiento prometió dádivas a favor de toda esa especie de ciudadanos, para
mantenerlos a la expectativa, inmovilizados en su domicilio, esperando la
limosna estatal denominado “bono”.
Pero pronto, la masa descubrió la farsa,
se convenció que ningún ladrón roba para beneficiar a otros, que los rufianes
de la política estatal roban para beneficio propio, lo que se dio con total
desparpajo en el gobierno de Vizcarra, quien administró el dinero del Estado a
su gusto y a placer de todos los cómplices del gobierno, quienes repartieron
los bonos entre sus respectivas camarillas rufianescas, de familiares, amigos y
los colaboradores de la campaña electoral que los puso en el gobierno, a los
que se obligaron a pagar el favor, con dinero del erario, con muy contadas
excepciones.
Luego de difundirse entre la población el
despilfarro gubernamental, que convidó al festín a los medios de comunicación en
despojo del Estado, como el diario “El Comercio” que atesoró un bife de 38
millones de soles, a “La República” que le tocó una cabeza de lomo de 9.5
millones, a “Latina” que se tragó un pernil de 23 millones, a “RPP Noticias” que
levantó unas patitas de 7 millones, y casi 100 millones que devoraron otros
medios de comunicación social de poca monta, a lo que se agregó la repartija
partidaria de las tripitas, bofe y otras menudencias, entre las familias de los
ministros y otros prosélitos, quedando demostrado que el Perú es el reino del “no
derecho”, cuyo efecto inmediato fue que la masa abandonó la inmovilización
social, para buscarse un medio de vida por cuenta propia.
Tal realidad, dejó en evidencia que la
falta de orden social y de orden público, es dañina para el Estado y que la
violación de las reglas del buen pensar, conduce al fracaso cualquier tipo de
planificación. En Jeremías podemos leer[7]:
“Esto te pasa porque eres un pueblo estúpido, que no me
conoce. Ustedes son hijos tontos y sin inteligencia, que saben hacer el mal y
no el bien. Lo que es una sentencia absoluta, que deja en evidencia que los
pueblos sin inteligencia, jamás podrán realizar sus proyectos, o mejor dicho,
no tienen buenos proyectos, porque no piensan bien.
Luego de la revolución cubana, el “Che”
Guevara vino a Sudamérica para impulsar la revolución continental que rompa las
cadenas de la injusticia social, pero tarde se dio cuenta que una de las
características de la masa de conocimiento popular es la traición, contra todo
tipo de idealismo. “La democracia no se come”, dijo Velazco Alvarado y en época
de Fujimori, su adulón, el cardenal Cipriani, para justificar las injusticias
del sátrapa, llegó a decir: “Los derechos humanos son una cojudez”.
Tarde se dio cuenta el “che”, que más
consistencia tiene el hambre, que el ideal de libertad. Nunca llegó a entender
que la lucha por la democracia es una cojudez, y pagó con su vida esa falta de
conocimiento sociológico, sufriendo la traición por parte de la misma gente por
la cual luchó, creyendo que podía librarlos de la opresión y desatar toda clase
de yugo, sin haber tomado un previo conocimiento de la forma de pensar de esa
gente que esperaba redimir.
Por no leer la Biblia, no comprendió que
el que nació para esclavo, solito mete la cabeza en el yugo y gusta vivir
sometido a la opresión, antes que al hambre, como antes pasó con Datán, Abirón
y Coré, conocidos hebreos que murmuraban contra Moisés, para volver a Egipto,
porque consideraban que la esclavitud era buena, porque no les faltaba que
comer.
Asimismo, hay quienes piensan como lo
hacía la alta clase social judía, que asesinó al Ungido, alegando que era preferible
que muera un solo hombre, antes que ser aplastados por las águilas romanas y ahora,
en este siglo XXI, muchos peruanos, se sometieron a las barbaridades de un
gobernante carente de conocimientos científicos, que les impuso a todos los
peruanos el yugo de su capricho como gobernante novel, quien ostentosamente, se
“zampó” a tomar decisiones en materia de salud, sin saber lo que hacía,
llenando de trivialidad, lo que exige un conocimiento altamente especializado. Lo
malo es que así lo decía y repetía, con todo cinismo: “Es una enfermedad nueva, de la cual no sabemos nada” y si no sabía nada ¿Por qué hizo, todo lo que hizo?
¿Cuál fue la razón eficiente, el
conocimiento científico, que motivó que Vizcarra, paralizara todo el país,
sometiéndonos a ricos y pobres a un sacrificio jamás antes visto, sin saber
cuál era la posibilidad de que todos seamos contagiados y cuantos morirían, sin
posibilidad de una curación natural, solos, como ha sucedido siempre que hemos
sido atacados por virus o pestes que -casualmente- vienen de China?
Tomando en consideración que el
conocimiento científico es eminentemente explicativo: ¿Con qué clase de
conocimientos podría explicar que haya cientos de miles de personas que se
curaron sin atención de los médicos de los establecimientos de salud, del
ataque de un virus con una letalidad inferior al uno por ciento del total de la
población, como lo demuestran los datos estadísticos?
¿Cuál fue la razón para que Vizcarra desatara
un terrorismo de Estado, más terrorífico que las guerras mundiales y los
atentados terroristas que sufrió el país? He ahí, las razones por las cuales es
peligroso entregar el gobierno de un país, a gente que carece de las reglas
mínimas del buen pensar, lo que para la salud de la humanidad, jamás se deberá
repetir, ni debemos permitir y que es la razón por la cual escribo este ensayo.
EL CONOCIMIENTO FILOSOFICO.
El conocimiento filosófico es el que
tiene la persona que además del uso sano de los cinco sentidos, una
especialidad y el razonamiento analítico, metódico y sistemático, tiene curiosidad por obtener una respuesta que
clarifique el porqué de todas las cosas.
El conocimiento filosófico tiene origen
en el razonamiento más elevado que nace de observar, leer, estudiar, investigar,
analizar y someter a un estudio crítico, los diferentes problemas que la vida
propone al hombre, en pos de la verdad. Así, mientras el conocimiento
científico es explicativo de los fenómenos, la filosofía es especificativa o
aclarativa de los problemas que la
civilización propone al hombre. Y es especificativo, porque aborda un problema
específico, al que se dedica a dar una respuesta
verdadera, no especulativa, porque al adentrarse en el conocimiento filosófico
se abre una multitud de interrogantes, que aparecen en la nebulosa del conocimiento
y muchas de las cuales, distraen la atención del cognoscente, que, en muchos
casos, lo desvían del fin perseguido y de esa manera, se dificulta identificar
cuáles son los valores preferidos, para motivar una respuesta coherente o
congruente, en relación con la proposición adecuada, que responda a las
preguntas.
El objetivo del conocimiento filosófico
es la creación de nuevas ideas, conceptos o proposiciones, que, a su vez,
permitan desarrollar nuevos conocimientos. Además, también permite entender
cómo han aparecido ciertas ideas, proposiciones o reflexiones, es decir, encontrar
la verdad de su origen, por qué y para qué,
buceando entre la nebulosa de conocimientos, para aclarar o clarificar las vías
específicas que conduzcan a la verdad.
La comprensión de ideas, proposiciones,
conceptos o reflexiones, que permite el conocimiento filosófico, nos ayuda a especificar
cuáles son ajustadas a la realidad y cuáles son falsas, cuáles contienen contradicciones,
en qué casos son repeticiones, y todo lo demás, del propio conocimiento (o
discurso) filosófico. Es decir, el cognoscente estudia el conocimiento, sus
bases y estructura.
Además, el conocimiento filosófico tiene
otra función: conocer la realidad como es y no la que se nos muestra, por parte
de los manipuladores de la verdad, y además, entenderla. Otro de sus objetivos
primordiales es analizar la manera que las personas tenemos de razonar, de
pensar y de responder a las clásicas preguntas de la filosofía. Por otro lado,
intenta especificar qué método debe usar la filosofía, especificar qué contenidos
debe abarcar y especificar el lenguaje que debe utilizar.
CARACTERÍSTICAS: Al igual que la ciencia,
el conocimiento filosófico es 1. Sistemático: esto quiere decir que el
conocimiento filosófico está ordenado según una serie de parámetros. 2. Analítico. El conocimiento filosófico analiza
y entiende la realidad, los propios conocimientos, de forma analítica y
detallada. Precisa especificar las categorías, conceptos, temáticas y teorías
particulares. Tiene como finalidad especificar un tema concreto, para
analizarlo con detalle. 3. Racional, porque desarrolla su estudio a través de
la lógica y la razón, o sea que el filósofo realiza su estudio crítico, desprendido
de cualquier pasión o emoción. La razón es la herramienta básica de los
filósofos, que le facilita acceder al conocimiento y entenderlo. 4. Histórico,
porque el conocimiento se vincula a un período de la historia, que debe ser actual.
En ese contexto se incluye hechos históricos determinados, que a su vez trate
de un contexto social, político, económico, etc. Es decir, no se trata de un
conocimiento atemporal. 5. Global, porque este conocimiento engloba toda realidad
posible, vale decir, diferentes disciplinas, ciencias o ámbitos de estudio, lo
que significa que es holista, que trata el tema de estudio como un todo
integrado. 6. Crítico. La crítica se utiliza en filosofía para responder a
preguntas específicas, para despejar dudas, para desvelar misterios, para descubrir la verdad. Es una herramienta que
permite aclarar las contradicciones que se presenten en el fluir del conocimiento
filosófico, así como para pensar con mayor grado de objetividad. Antes se
pensaba que la filosofía era el amor a la sabiduría, pero tal concepto,
corresponde al sabio. La filosofía es el amor a la verdad.
Por encima de todos esos conocimientos,
está la fe.
Sin la fe, el hombre es un cuenco vacío.
Una botija seca tirada en el suelo, fuera de la bodega. Un objeto inservible
para la obra de Dios, algo inútil para el Derecho. Un ser insignificante que
pasó por el mundo sin dejar huella.
El conocimiento científico es
explicativo. El científico entiende el fenómeno y explica lo que ha pasado para
que se produzca y plantea las posibilidades de su control. El sujeto de
conocimiento vulgar que se “zampa” a explicar lo que sólo está facultado para
el científico, es un tonto, un necio que habla sólo porque sabe hablar, sin
tener el más remoto concepto del fenómeno.
El conocimiento filosófico es especificativo,
en el sentido que contiene conclusiones idóneas que dan respuesta a problemas específicos
que plantea el diario vivir. El sujeto de conocimiento vulgar que pretende dar
respuesta a los problemas que sólo el filósofo puede responder, se comporta
como un tonto.
Pero, el que tiene fe, confía en que
existe Dios, creador del Universo, de quien nace todo, de quien viene todo, de
quien recibe todo y a quien vuelve todo, después de haber cumplido su misión
aquí en la Tierra. Así lo afirmó Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad y la
vida”. Lo cual fue completado en el Evangelio según San Juan.
¿Cómo tener un buen juicio?
En la Biblia obtenemos algunas
proposiciones dignas de tomarse en cuenta, tales como: “…Dios no nos ha dado un
espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio” (2 Timoteo 1:7)
Muchos viven pensando que son
intelectualmente inferiores, que nacieron así y que siempre serán así. El problema
de creérselo es que empiezan a vivir de acuerdo a su creencia. No porque sea
cierto, sino porque piensan que es cierto. Dios nos hizo de tal manera que
cuando nos convencemos de algo, actuamos en consecuencia. Por ejemplo, podemos
actuar tontamente porque creemos que somos tontos o actuar sabiamente porque
creemos que somos sabios.
Dios nos ha dado “buen juicio”, lo que
significa que pensamos con cordura. No hay nada que edifique tanto la fe, como
actuar en base a la Palabra de Dios.
El espíritu de “buen juicio” que Dios declara
habernos dado, significa “cuerdo, prudente, racional, lógico, realista y
razonable”. Incluye características como:
1) Tener dominio propio. Esto es, no dejarse
sugestionar ni dominar por influencias externas, ya sean de las personas, las
circunstancias, los impulsos, las emociones, intelecto o el miedo. Aun cuando
se encuentre con problemas difíciles de resolver, permanece anclada en la
verdad mostrada por Dios.
2) Tener discernimiento. Vale decir, la
facultad mental de distinguir sabiamente entre alternativas. Distingue entre la
realidad y la fantasía, entre el bien y el mal, entre lo eficaz y lo ineficaz,
entre lo que merece la pena y lo que no. El discernimiento es la facultad que
nos hace capaces de tomar buenas decisiones en situaciones difíciles.
3) Estar bien enfocado. La persona de
buen pensar se proyecta hacia el objetivo deseado. Como unos lentes bien
enfocados, minimiza las distorsiones y sobrepone a las deficiencias ópticas, la
incertidumbre y la confusión. Una vez fijado el objetivo, el buen juicio ayuda a
concentrar toda esfuerzo en alcanzar el objetivo señalado.
4) Ser organizado. El buen pensar exige
utilizar un método, que debe ser organizado con el principio lógico
causa-efecto. Se preocupa por alcanzar la meta predeterminada, mediante una
serie de pasos encadenados que contribuyen a la consecución de tal propósito.
Estas características conducen a cambiar
la manera de pensar: Aquellos que no ordenan bien sus pensamientos acaban
siendo víctimas de ideas y sistemas dañinos para el desarrollo del buen pensar.
(que los criterios ajenos, no corrompan tus buenas costumbres) Es difícil encontrar un profesor que enseñe a
pensar por sí mismos a las personas, ni ellas se han propuesto la tarea de
expandir su mente, proceso que dura toda la vida. Al no hacerlo, son
dependientes de los pensamientos y las opiniones de otros. En lugar de
enfrentar los asuntos de forma razonada, se limitan a mantenerse dentro de
lugares comunes, a llenar su vida de reglas, leyes, disposiciones, programas y
mitos triviales.
En relación con el “buen pensar”, Jaime
Balmes, en su obra “El Criterio”, completa muy bien las proposiciones sobre este
tema, que debemos tomar en consideración: “El pensar bien consiste: o
en conocer la verdad o en dirigir el
entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de
las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra
suerte, caemos en error. Conociendo que hay Dios conocemos una verdad, porque
realmente Dios existe; conociendo que la variedad de las estaciones depende del
Sol, conocemos una verdad, porque, en efecto, es así; conociendo que el respeto
a los padres, la obediencia a las leyes, la buena fe en los contratos, la
fidelidad con los amigos, son virtudes, conocemos la verdad; así como caeríamos
en error pensando que la perfidia, la ingratitud, la injusticia, la
destemplanza, son cosas buenas y laudables.”
“Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la
realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, o con profundidad
aparente, si el pensamiento no está conforme con la realidad? Un sencillo
labrador, un modesto artesano, que conocen bien los objetos de su profesión,
piensan y hablan mejor sobre ellos que un presuntuoso filósofo, que en
encumbrados conceptos y altisonantes palabras quiere darles lecciones sobre lo
que no entiende”.
“A veces conocemos la verdad, pero de un modo grosero; la realidad no se presenta a
nuestros ojos tal como es, sino con alguna falta, añadidura o mudanza. Si
desfila a cierta distancia una columna de hombres, de tal manera que veamos
brillar los fusiles, pero sin distinguir los trajes, sabemos que hay gente
armada, pero ignoramos si es de paisanos, de tropa o de algún otro cuerpo; el
conocimiento es imperfecto, porque nos falta distinguir el uniforme para saber
la pertenencia. Mas si por la distancia u otro motivo nos equivocamos, y les
atribuimos una prenda de vestuario que no llevan, el conocimiento será
imperfecto, porque añadiremos lo que en realidad no hay. Por fin, si tomamos
una cosa por otra, como, por ejemplo, si creemos que son blancas unas vueltas
que en realidad son amarillas, mudamos lo que hay, pues hacemos de ello una
cosa diferente.
“Cuando conocemos perfectamente la verdad, nuestro entendimiento se parece
a un espejo en el cual vemos retratados, con toda fidelidad, los objetos como
son en sí; cuando caemos en error, se asemeja a uno de aquellos vidrios de ilusión
que nos presentan lo que realmente no existe; pero cuando conocemos la verdad a
medias, podría compararse a un espejo mal azogado, o colocado en tal
disposición que, si bien nos muestra objetos reales, sin embargo, nos los
ofrece demudados, alterando los tamaños y figuras.
“El buen pensador procura ver en los objetos todo lo
que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen el talento de ver
mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver lo que no hay, y nada de lo
que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran abundante
materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos
en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes.
“Otros adolecen del defecto contrario: ven bien, pero
poco; el objeto no se les ofrece sino, por un lado; si éste desaparece, ya no
ven nada. Éstos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se
parecen a los que no han salido nunca de su país: fuera del horizonte a que
están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo.
“Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el
objeto entero; le mira por todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que
le rodea. La conversación y los escritos de estos hombres privilegiados se
distinguen por su claridad, precisión y exactitud. En cada palabra encontráis
una idea, y esta idea veis que corresponde a la realidad de las cosas.
La fe produce emoción,
compromiso, energía -características que ayudan a triunfar-. Si te gustaría
poseer tales cualidades, entonces ten expectativas más altas y haz que sean
acordes a las promesas de Dios. “…Todo lo que pidan en la oración, crean que ya
lo han recibido, y lo tendrán” (Marcos 11:24), por lo que la fe hace que no se
cambie la forma de actuar, sino la forma de pensar. El hombre de fe, renueva tu
mente a diario con la Palabra de Dios, porque la lectura de la Biblia es la que
más influye positivamente en la vida de quien la lee, imbuyéndole una mente
limpia, una conciencia buena y una fe verdadera.
Cristo, pues, nos
enseña a pensar bien, y no con palabras, sino con el ejemplo. Seguir a Cristo,
en toda discusión de palabras, significa despejar el camino de toda
interferencia, que impida ver la realidad, aclarar las propias dudas y
especificar el porqué de cada acción y
reacción en las relaciones interpersonales.
En el caso del diálogo
entre Cristo y Pilato, se nos dio un ejemplo de humildad. Si un hermano peca, corríjalo
a solas, así demuestras tu amor al prójimo y no lo corrijas para lucirte ante
los demás.
[1] Salmo 37:7
[2]
Lucas 22:67
[3] Proverbios 27:22 La Biblia
Lationamericana. Ed. Paulinas. Madrid. España LXXVI Ed.
[4]
Mateo 18:15
[5]
Génesis 49:14 (un burro huesudo que vive
echado entre dos establos, como vio que el descanso era bueno, y la tierra
agradable, inclinó su espalda a la carga,
y se resignó al yugo de la esclavitud)
[7]
Jeremías 4:22