GUILERMO GIACOSA EL ENVIDIOSO ARROGANTE
Cada quien tiene su propia creencia de sí mismo. Algunos,
como Faraón, se creyó que era la divinidad personificada. Dios supremo y
gobernante universal. Igual Luís XVI, en Francia, Lenin en Rusia, Mao en China,
Hugo Chávez en Venezuela y Guillermo Giacosa en el Perú.
La diferencia está en que los otros sí tuvieron un pueblo al
que mandar y sobre el cual ejercer su poder, para creerse seres absolutos, pero
Giacosa, que se cree un ser absoluto, no pasa de ser un absoluto solitario, un
Faraón de su propia persona. El dios de si mismo, y de nadie más.
Ya, cosa, es eso, una sola cosa, algo que no trasciende, que
no tiene discípulos, no tiene seguidores, no pasa de ser una cosa,
insignificante, pero, como buen argentino, es tan presuntuoso, que primero
quiso ser el absoluto hijo de Dios y
quiso borrar de la historia a Cristo, pero como no pudo, se calentó con Dios y
también lo borró de su insignificante existencia. Y para llamar la atención de
los demás y hacerse notar, como ser vivo, se proclamó ateo, materialista, y,
argentino, pues, negó la existencia de Dios,
Sin embargo, y eso es lo que me llamó la atención sobre su
persona, ante la Betortíz ,
dijo que no creía en Dios, pero juró por él. Y luego, cuando se dio cuenta que
su fantasía, había sido descubierta, que niega a Dios, sólo para hacerse el
interesante, corrigió y juró por su madre, pero ya era tarde, porque con su
juramento demostró que no puede negar la existencia de Dios, sino que la niega
porque sabe que es la única forma de llamar la atención y que se le escuche.
Pero, ¿Quién escucha a un soberbio absoluto?
Si leemos “La
Madre ”, nos damos cuenta que el comunismo creció y se hizo
grande, porque los iniciadores, los pobres, se aferraban a la fe en Dios y en
nombre de Dios, se unieron y derrocaron a los que gozaban del poder absoluto, a
las espaldas de Dios. Pero, cuando Lenin se quiso hacer el interesante y se
hizo tan absoluto como Yá, cosa, Yah, le demostró que son sólo briznas,
insignificantes motas de polvo, brevísimos instantes en el tiempo, una vacuidad
en la eternidad, y que después de muertos, no son nada, un borrón en la
historia.
El argentino Yácosa, es tan presumido, tan pomposamente
pedante, que se proclama Dios y Gobernante Universal, y como dice Aristóteles,
todo gobernante, tiene que emparejar a sus súbditos, cortando la cabeza de los
virtuosos, para que nadie destaque por encima del absoluto, todos tienen que
estar por debajo y no por cima de la sociedad de áulicos o adulones que lo
rodean, y para eso, TIENE QUE DESTACAR LOS DEFECTOS DE LOS VIRTUOSOS. Y para
eso, YÁ cosa, es un experto. No existe para el arrogante, nadie mejor que él. Y
así, apenas se nombró Papa a su coterráneo JORGE MARIO BERGOBLIO,
inmediatamente tuvo que inocularle su veneno. La quema del Domus, pues.
La quema del Domus, es la característica común a todos los
arrogantes y pretensiosos. Se busca a un ser superior a sí mismo, y se le
denigra, se le insulta, se le ofende, se le trata de destruir a como sea, con
la secreta esperanza que sus ataques sobre la suprema víctima, pongan los ojos
de la sociedad sobre él. Y claro, Yá cosa, logró que mi persona se fije en él,
pero que pena que no lo mire de buen grado, sino que me veo obligado a mirarlo,
como cuando uno camina por la calle y ve mierda de perro en la acera, ¡Hay que
mirarla, so riesgo de pisarla y quedar apestando a eso! Y aunque sea de
soslayo, uno se vio obligado a mirar a Yá cosa, pero, con asco por sus
estupideces mayúsculas, de quien tiene que enlodar a otro, para llamar la
atención. Yá cosa es la Magaly
artera que hace ampay sobre los seres superiores, sobre la élite de la
sociedad, para vulgarizarlos, para rebajarlos, para quitarles el velo de
autoridad que cubre a cada ser excepcional, y así uniformizar a todos, por
debajo de su chatura moral.
Asqueroso al máximo, una verdadera mierda, tiene que
repartir su inmundicia con ventilador, para que se le vea menos inmundo. Se
cree sabio, pero no sabe qué cosa es la sabiduría. Se cree inteligencia, pero
nunca podrá definir qué cosa es la inteligencia. Tiene la moral tan sucia, que
no quiere ni oír hablar de Dios, porque le remuerde la conciencia y lo hace
tomar conocimiento de su propia vileza y abyención espiritual.
Y qué mejor manera que hacerse notar, que proclamar a los
cuatro vientos que no cree en Dios y así, sin temor al castigo divino, pecar
contra le octavo mandamiento y levantar falsos testimonios y mentir, sobre la
integridad del sacerdote Bergoglio, pretendiendo manchar las blancas vestiduras
del escogido dilecto de Dios, el Papa Francisco.
Grracias al Papa Francisco, ahora sabemos que los dolores,
los sufrimientos personales, son parte de nuestra fe. Escogidos por Dios,
sufrimos los dolores y compartimos las angustias de Cristo, para purificarnos y
llegar a Dios. Eso es hacer algo constructivo por la humanidad doliente. Yá
cosa, nunca ha sufrido de verdad, por eso la fe está muy lejos de llegar a su
espíritu, por eso solo sabe vivir de la acedia, de la envidia a los que han
superado sus limitaciones humanas y llegan a la grandeza espiritual. ¡Pobre
Guillermo Giacosa! De cosa, no pasa.
Sea como sea, Bergoglio, es un argentino que pasará a la
eternidad como el Papa Francisco, que nos hace sentir orgullosos a todos los
nacidos en la América
libre de San Martín y Bolívar, y Yá cosa, no pasará de ser un pedante
argentino, que botado de su país, sólo logra hacer notar su existencia en una
pampa de peruanos ignorantes, que celebran su pedantería, como ciertos
acomplejados celebran la pedantería de De la Rúa , viviendo de las propinas de Shakira, o los exabruptos
del Chistian Zúarez, para disfrutar de la plata de Laura Bozzo.
Francisco, crece por su Fe en Dios y vive para la eternidad.
Yá cosa, no vive más que para la quincena y como la quincena, dura poco y lo
que dice, no dura nada. Es tan poca
cosa, que ni siquiera forma parte de una cédula comunista, ideología a la que
sirve inútilmente.
¡Qué cosas las de Yá cosa!
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