miércoles, 15 de julio de 2015

JESUCRISTO CLAVADO EN LA HOZ Y EL MARTILLO

JESUCRISTO  CLAVADO EN LA HOZ Y EL MARTILLO.
Mis amigos, y más mis enemigos gratuitos- conocedores de mi fe- me preguntan qué pienso del regalo de Evo Morales al Papa Francisco, esperando que con mi pobre cerebro, cuestione un regalo que un representante político que gobierna a la comunidad de un país mediterráneo, entrega a un hombre, que representa a toda una comunidad de creyentes, que abarca al mundo, que aman a un Cristo, clavado en la Cruz. Y muchos con sorna, esperan despertar una ira fanática, en respuesta, por lo que para evitarme más preguntas tortuosas, tengo que escribir una respuesta para todos y remitirlos a mi correo, para que tengan una respuesta uniforme.
En principio, el católico tiene como símbolo de la fe, la cruz de Cristo. Parece una locura, que muchos cuestionan. ¿Cómo es posible que amemos un instrumento que recuerda la tortura y la ignominia que utilizaron los romanos para matar a nuestro líder?
Entonces ven la cruz como herramienta de tortura, herramienta creada por el sistema de gobierno de aquel entonces para demostrar a los hombres que las personas humanas que pongan en peligro el imperio de Roma sobre todas las cosas, tienen como castigo la muerte en la cruz, y así, la cruz representa la ignominia, el deshonor, el desprecio del emperador, el rechazo del sistema, lo peor que puede recibir un hombre, entre multitudes que todo lo esperan del emperador, desde el pan hasta el circo, todo gratis.
Nosotros, consideramos la cruz de Cristo, no como la herramienta de opresión, instrumento de tortura y de ignominia, sino el triunfo de Cristo, contra el poder del emperador, de todo tipo de gobierno, contra el poder del Estado, contra la corrupción imperante en el sistema imperial, totalitario de gobierno, contra la cosificación del hombre sencillo, contra el menosprecio de los pobres, contra las injusticias de los jueces, en suma, el triunfo del hombre sobre todo sistema de opresión o explotación del hombre sobre el hombre.
En estos tiempos, la hoz y el martillo se identifica con el gobierno comunista leninista, stalinista, que gobernó Rusia con mano de hierro, y cosificó al ser humano, lo privó de sus libertades innatas o naturales, e impuso el Estado por encima de la persona humana, y se impuso el “hoc volo, sic jubeo, sit pro rationes voluntas”, de los emperadores romanos. “Yo lo quiero, yo lo mando. Aquí no hay más voluntad que la mía” y así, se impuso la voluntad de Nerón, en Roma, la voluntad de los Luises en Francia, la voluntad del Estado en Rusia, la voluntad de Castro en Cuba, la de Madura en Venezuela, la de Evo en Bolivia, la de Correa en Ecuador, los Kirchner en Argentina, y bueno, en el Perú, la cosa funciona más o menos así: “Mi mujer lo quiere, mi mujer lo manda, aquí no hay más voluntad que la de mi mujer, y yo lo impongo así, como presidente del Perú” Pero igual, se impone la voluntad del Estadosd, por encima de la persona humana, la cual, como reitero, se ha cosificado, es un objeto desechable, una cosa sin importancia, carne de cañón, reos de cárcel, etc. por lo que nadie puede doblegar la voluntad del que gobierna en determinado momento. Lamentablemente, en esa imposición del Estado sobre la persona, el Estado, siempre resulta ser un imbécil, que asume el poder de gobernar el país, por votación de gente más imbécil, que elige a quien peor los puede hacer sufrir su condición de dominados, pisoteados, sometidos, esperando el pan gratis y el circo gratis, que brindan los que gobiernan, siendo una ignominia las personas que se rebelan contra ese estado de cosas. Más vale una beca 18, una pensión 65, o cualquier cosa que sirva para convertir la fe en plata. Por ejemplo, el cardenal Cipriani, cuyos conceptos materialistas, lo ubican muy lejos de nuestra fe.
En la guerra fría, los medios de comunicación nos enseñaron de despreciar el sistema comunista: “privan de libertad al hombre” “los gobernantes son autocráticos”, “Stalin es un dictador”, etc. y fuimos en masa contra un sistema que no permitía la libertad de expresión, el derecho a criar a nuestros hijos, a decidir por propia voluntad cada uno su propio destino. A competir por el trabajo, etc.
El sistema leninista pretendió quitar al hombre la fe. El hombre tenía que adorar al Estado que los alimenta y divierte. Pero, si el hombre cambia, si el hombre cree en un Dios Todopoderoso, si el hombre confía que hay un Dios vivo, que provee de su alimento a su tiempo y que no lo deja pasar hambre, entonces el Estado todo poderoso está condenado a muerte. El Estado corre peligro de Desaparecer. Antes que el Estado desaparezca, el Estado desaparece al hombre de fe.
Si yo estuviera en un país dominado por comunista, tampoco vacilaría en representarme a Cristo clavado en la Hoz y el Martillo, porque para mí, la hoz y el martillo representa la muerte –como para muchos peruanos en la década entre los ochenta y dos al noventa y dos- tortuosa e ignominiosa, que el Estado desató contra quienes consideraba que ponían en peligro la estabilidad del gobierno, y tal Cristo, representaría el triunfo del hombre sobre el Estado y no merece ninguna admiración el regalo de Evo Morales al Papa Francisco, como se alarmó Cipriani, pretendiendo ser más papista que el Papa.
Si el regalo no le hubiera agradado al Papa, lo habría dejado caer al suelo, con disimulo, como si le hubiera temblado la mano, y que se rompa. Se acabó la discusión. El Papa no lo arrojó al suelo, como hubiera hecho el cura Valverde, cuando quiso convertir a Atahualpa. Las obras quedan o se rompen. Cristo clavado en la Cruz, quedó en manos del Papa.
Lo que no se mata son las ideas.  
Y aquí sí, hay tema para tratar, pues lo que sí debe llamar la atención y merece un comentario, son las palabras del Papa en Paraguay.
El Papa, con sus palabras, ha quitado la venda de los ojos y las mordazas de las bocas de los pobres. Les ha hecho ver que son instrumentos en manos del Estado, que no son considerados personas humanas, que están excluidos del sistema de gobierno, que no pertenecen a la democracia, que son corderos destinados al matadero, que son explotados por el sistema neo capitalistas, que no tienen derechos, que están fuera del sistema de administración de justicia y que se tienen que rebelar contra el Estado.
De tal manera que en Rusia, como en China, Cuba y hoy en Venezuela, se mata sin piedad –como hacen los delincuentes- a los que hablan, a los que miran, a los que delatan sus iniquidades y sus robos. Así mantienen un pueblo temeroso, amordazado y con los ojos vendados, donde sólo hay libertad para elegir a sus verdugos, a sus explotadores, a cambio del pan y el circo gratis. Por ejemplo, la televisión basura, los periódicos que venden la línea editorial, los dirigentes populares que agradecen el tarro de lecho y las galletas de harina oportunos.
Si el Estado –que en la práctica no es más que el sujeto que gobierna- quiere que alguien no tenga agua, el Estado se la niega de todas maneras y utiliza todos los instrumentos que tiene, para impedir que consiga agua, o sea candidato a algún cargo público o quiera alcanzar justicia en el Poder Judicial, o quiera acceder a un concurso público para hacer una obra, o lo que sea. El ciudadano pierde ante el interés del Estado por tener o conceder, tal o cual cosa, a cambio de dinero. En este sistema lo que interesa es la plata, y hay que obtenerla de cualquier forma.
Los pobres tienen que rebelarse, tienen que derribar este estado de cosas. Tienen que darse cuenta que el Estado no sirva, que por encima del Estado, está el hombre. Que todo existe para el hombre, y los hombres tienen que poner su fe en Dios, que todo lo provee, que la sabiduría está en amar a Dios, y la inteligencia en hacer su voluntad. ¡Fuera pues, la voluntad del Estado! ¡Fuera el Estado! ¡Hay que hacer la guerra al Estado! En suma, ¡El Estado debe desaparecer!
Aquí no hay medias tintas, aquí no hay eclecticismo. Hay que tomar partido. O defiendes el sistema, o lo combates. No hay alternativas.
Las palabras del Papa, son la declaración de guerra contra el Estado, el triunfo del hombre sobre todo sistema de gobierno, el triunfo de Cristo, sobre la Cruz, o sobre la hoz y el martillo o sobre el Dólar, o los vestidos de Nadine, o las carteras de cuero de los congresistas, o los contratos del Presidente, de los Gobernadores Regionales, o los Alcaldes, con contratistas elegidos, ex profeso, para hacer obras.
No más pan ni circo gratis. A imponer la voluntad de Dios, por encima de la voluntad de los gobernantes. A eso clama las exhortaciones por la justicia social.


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