JESUCRISTO CLAVADO
EN LA HOZ Y EL MARTILLO.
Mis amigos, y más mis enemigos gratuitos- conocedores de
mi fe- me preguntan qué pienso del regalo de Evo Morales al Papa Francisco,
esperando que con mi pobre cerebro, cuestione un regalo que un representante
político que gobierna a la comunidad de un país mediterráneo, entrega a un
hombre, que representa a toda una comunidad de creyentes, que abarca al mundo, que
aman a un Cristo, clavado en la Cruz. Y muchos con sorna, esperan despertar una
ira fanática, en respuesta, por lo que para evitarme más preguntas tortuosas,
tengo que escribir una respuesta para todos y remitirlos a mi correo, para que
tengan una respuesta uniforme.
En principio, el católico tiene como símbolo de la fe, la
cruz de Cristo. Parece una locura, que muchos cuestionan. ¿Cómo es posible que
amemos un instrumento que recuerda la tortura y la ignominia que utilizaron los
romanos para matar a nuestro líder?
Entonces ven la cruz como herramienta de tortura,
herramienta creada por el sistema de gobierno de aquel entonces para demostrar
a los hombres que las personas humanas que pongan en peligro el imperio de Roma
sobre todas las cosas, tienen como castigo la muerte en la cruz, y así, la cruz
representa la ignominia, el deshonor, el desprecio del emperador, el rechazo
del sistema, lo peor que puede recibir un hombre, entre multitudes que todo lo
esperan del emperador, desde el pan hasta el circo, todo gratis.
Nosotros, consideramos la cruz de Cristo, no como la
herramienta de opresión, instrumento de tortura y de ignominia, sino el triunfo
de Cristo, contra el poder del emperador, de todo tipo de gobierno, contra el
poder del Estado, contra la corrupción imperante en el sistema imperial,
totalitario de gobierno, contra la cosificación del hombre sencillo, contra el
menosprecio de los pobres, contra las injusticias de los jueces, en suma, el
triunfo del hombre sobre todo sistema de opresión o explotación del hombre
sobre el hombre.
En estos tiempos, la hoz y el martillo se identifica con
el gobierno comunista leninista, stalinista, que gobernó Rusia con mano de
hierro, y cosificó al ser humano, lo privó de sus libertades innatas o
naturales, e impuso el Estado por encima de la persona humana, y se impuso el “hoc
volo, sic jubeo, sit pro rationes voluntas”, de los emperadores romanos. “Yo lo
quiero, yo lo mando. Aquí no hay más voluntad que la mía” y así, se impuso la
voluntad de Nerón, en Roma, la voluntad de los Luises en Francia, la voluntad
del Estado en Rusia, la voluntad de Castro en Cuba, la de Madura en Venezuela, la
de Evo en Bolivia, la de Correa en Ecuador, los Kirchner en Argentina, y bueno,
en el Perú, la cosa funciona más o menos así: “Mi mujer lo quiere, mi mujer lo
manda, aquí no hay más voluntad que la de mi mujer, y yo lo impongo así, como
presidente del Perú” Pero igual, se impone la voluntad del Estadosd, por encima
de la persona humana, la cual, como reitero, se ha cosificado, es un objeto
desechable, una cosa sin importancia, carne de cañón, reos de cárcel, etc. por
lo que nadie puede doblegar la voluntad del que gobierna en determinado
momento. Lamentablemente, en esa imposición del Estado sobre la persona, el
Estado, siempre resulta ser un imbécil, que asume el poder de gobernar el país,
por votación de gente más imbécil, que elige a quien peor los puede hacer
sufrir su condición de dominados, pisoteados, sometidos, esperando el pan
gratis y el circo gratis, que brindan los que gobiernan, siendo una ignominia
las personas que se rebelan contra ese estado de cosas. Más vale una beca 18,
una pensión 65, o cualquier cosa que sirva para convertir la fe en plata. Por
ejemplo, el cardenal Cipriani, cuyos conceptos materialistas, lo ubican muy
lejos de nuestra fe.
En la guerra fría, los medios de comunicación nos enseñaron
de despreciar el sistema comunista: “privan de libertad al hombre” “los
gobernantes son autocráticos”, “Stalin es un dictador”, etc. y fuimos en masa
contra un sistema que no permitía la libertad de expresión, el derecho a criar
a nuestros hijos, a decidir por propia voluntad cada uno su propio destino. A
competir por el trabajo, etc.
El sistema leninista pretendió quitar al hombre la fe. El
hombre tenía que adorar al Estado que los alimenta y divierte. Pero, si el
hombre cambia, si el hombre cree en un Dios Todopoderoso, si el hombre confía
que hay un Dios vivo, que provee de su alimento a su tiempo y que no lo deja
pasar hambre, entonces el Estado todo poderoso está condenado a muerte. El
Estado corre peligro de Desaparecer. Antes que el Estado desaparezca, el Estado
desaparece al hombre de fe.
Si yo estuviera en un país dominado por comunista, tampoco
vacilaría en representarme a Cristo clavado en la Hoz y el Martillo, porque
para mí, la hoz y el martillo representa la muerte –como para muchos peruanos
en la década entre los ochenta y dos al noventa y dos- tortuosa e ignominiosa,
que el Estado desató contra quienes consideraba que ponían en peligro la
estabilidad del gobierno, y tal Cristo, representaría el triunfo del hombre
sobre el Estado y no merece ninguna admiración el regalo de Evo Morales al Papa
Francisco, como se alarmó Cipriani, pretendiendo ser más papista que el Papa.
Si el regalo no le hubiera agradado al Papa, lo habría dejado
caer al suelo, con disimulo, como si le hubiera temblado la mano, y que se
rompa. Se acabó la discusión. El Papa no lo arrojó al suelo, como hubiera hecho
el cura Valverde, cuando quiso convertir a Atahualpa. Las obras quedan o se
rompen. Cristo clavado en la Cruz, quedó en manos del Papa.
Lo que no se mata son las ideas.
Y aquí sí, hay tema para tratar, pues lo que sí debe llamar
la atención y merece un comentario, son las palabras del Papa en Paraguay.
El Papa, con sus palabras, ha quitado la venda de los ojos
y las mordazas de las bocas de los pobres. Les ha hecho ver que son
instrumentos en manos del Estado, que no son considerados personas humanas, que
están excluidos del sistema de gobierno, que no pertenecen a la democracia, que
son corderos destinados al matadero, que son explotados por el sistema neo
capitalistas, que no tienen derechos, que están fuera del sistema de
administración de justicia y que se tienen que rebelar contra el Estado.
De tal manera que en Rusia, como en China, Cuba y hoy en
Venezuela, se mata sin piedad –como hacen los delincuentes- a los que hablan, a
los que miran, a los que delatan sus iniquidades y sus robos. Así mantienen un
pueblo temeroso, amordazado y con los ojos vendados, donde sólo hay libertad
para elegir a sus verdugos, a sus explotadores, a cambio del pan y el circo
gratis. Por ejemplo, la televisión basura, los periódicos que venden la línea
editorial, los dirigentes populares que agradecen el tarro de lecho y las
galletas de harina oportunos.
Si el Estado –que en la práctica no es más que el sujeto
que gobierna- quiere que alguien no tenga agua, el Estado se la niega de todas
maneras y utiliza todos los instrumentos que tiene, para impedir que consiga
agua, o sea candidato a algún cargo público o quiera alcanzar justicia en el
Poder Judicial, o quiera acceder a un concurso público para hacer una obra, o
lo que sea. El ciudadano pierde ante el interés del Estado por tener o
conceder, tal o cual cosa, a cambio de dinero. En este sistema lo que interesa
es la plata, y hay que obtenerla de cualquier forma.
Los pobres tienen que rebelarse, tienen que derribar este
estado de cosas. Tienen que darse cuenta que el Estado no sirva, que por encima
del Estado, está el hombre. Que todo existe para el hombre, y los hombres
tienen que poner su fe en Dios, que todo lo provee, que la sabiduría está en
amar a Dios, y la inteligencia en hacer su voluntad. ¡Fuera pues, la voluntad
del Estado! ¡Fuera el Estado! ¡Hay que hacer la guerra al Estado! En suma, ¡El
Estado debe desaparecer!
Aquí no hay medias tintas, aquí no hay eclecticismo. Hay
que tomar partido. O defiendes el sistema, o lo combates. No hay alternativas.
Las palabras del Papa, son la declaración de guerra contra
el Estado, el triunfo del hombre sobre todo sistema de gobierno, el triunfo de
Cristo, sobre la Cruz, o sobre la hoz y el martillo o sobre el Dólar, o los
vestidos de Nadine, o las carteras de cuero de los congresistas, o los
contratos del Presidente, de los Gobernadores Regionales, o los Alcaldes, con
contratistas elegidos, ex profeso, para hacer obras.
No más pan ni circo gratis. A imponer la voluntad de Dios,
por encima de la voluntad de los gobernantes. A eso clama las exhortaciones por
la justicia social.
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