sábado, 27 de octubre de 2012

LA VIOLENCIA EN LA PARADA PRUEBA QUE EL ESTADO NO EXISTE


LA VIOLENCIA ENLA PARADA” ES UNA PRUEBA QUE EL GOBIERNO NO EXISTE, NI APRENDE, NI CREA NADA
Luego de los violentos hechos que han sucedido en LA PARADA, en Lima, apreciamos en las noticias que han detenido a “las bestias”, a los “energúmenos”, a “los salvajes” que atacaron a los policías, “muertos tenían antecedentes penales” y en la mismas páginas, de los mismos noticieros, “entierran con honores a la yegua”, de lo que fluye que no ha cambiado la realidad nacional. Que la vida del ser humano vale menos que la vida de un animal. La yegua de la Policía, vale más que dos seres humanos. ¡Increíble, verdad?
Los acontecimientos revelan que el Estado no tiene presencia como tal. No existe en la conciencia del pueblo. Seguimos pensando que “esa chusma, no tiene sentimientos, carecen de discernimiento y como semi salvajes, no van a reaccionar jamás.
Esto significa que no hemos aprendido nada del “BAGUAZO” y que los altos funcionarios seguirán actuando con arrogancia, sin preocuparse por educar al pueblo, por seguir segregando a los más pobres, a pensar por ellos  y reducir sus sentimientos y sus necesidades a la limosna, y a la discrecionalidad de los que creen saberlo todo, con la seguridad que cuentan con el poder para sojuzgarlos y reprimir sus emociones por la violencia de las armas de la Policía o del ejército.
Así tenemos que estamos creando una sociedad resentida contra el Estado y como el Estado no nos sirve para nada, entonces debe desaparecer.
Y de cuando en cuando, el pueblo les demuestra a los gobernantes que es más fuerte y los hace retroceder, manteniendo cada cual su propio feudo y sus propias leyes.
Así, el cinco de febrero de 1975, los limeños fueron asustados por la violencia desatada por el pueblo de la Victoria, San Luis y el Agustino, que desde las avenidas Bolivia y 28 de Julio, fueron progresivamente rompiendo todos los cánones, derrotando a los defensores del sistema. Primero marchando con lemas de protesta, luego incendiaron vehículos policiales, más adelante, el Banco de la Nación, de Petit Thouars y cuando encontraron que los policías no estaban preparados para esa reacción popular, se hicieron dueños de las calles, y comenzó el saqueo.
Años después, en Bagua, con Alan García, pasó lo mismo. La policía disparó todo lo que tenía, y cuando se acabaron las bombas lacrimógenas y las balas, los indígenas los mataron a machetazos. Igual pasó en Arequipa, con Toledo, y en Cajamarca y Cusco, lo mismo con Ollanta Humala.
Y ahora, en la Parada, en Lima, también se derrotó a la policía, y la turba, sin armas, hizo caer como cualquiera cosa a la policía montada, lo que nos demuestra una gran verdad. LA POLICÍA NO CUENTA CON ELEMENTOS DISUASIVOS PARA REPRIMIR AL PUEBLO y el pueblo está aprendiendo a hacer correr a la policía.
¿Por qué la policía no cuenta con elementos disuasivos, si en el Presupuesto General de la República, siempre se aprueba un gasto de millones, para la compra de material represivo?
Porque existe corrupción y nadie la combate.
Los altos mandos se roban el dinero del presupuesto, la propia policía, que sabe cómo se hacen los robos, venden o alquilan las armas y venden las balas a los delincuentes, porque cuando hay un operativo, les entregan sólo una cacerina y una bomba lacrimógena, y después que termina el operativo, sus jerarcas facturan como si hubieran entregado miles de balas y cientos de bombas, con lo cual justifican el robo del dinero presupuestado.
En las noticias informan que los comerciantes les pagaron CIEN Nuevos Soles a los delincuentes, y por eso, también, la PNP no actuó como corresponde a su rol, porque ellos cobran CINCUENTA Nuevos Soles, cuando van a hacer un desalojo, y piensan que no es justo que a los delincuentes se les pague más, cuando todos sabemos, en provincias, que el pago es parejo.  Acá, en Pisco, los litigantes les pagan cincuenta Nuevos Soles, al efectivo policial, para que los defienda y la otra parte paga la misma cantidad a los delincuentes que los van a defender, en el desalojo, la inspección policial, o lo que sea, porque así se manejan las cosas en este país. Al final, luego de una escaramuza, el juez suspende la diligencia y ¡Quedamos pates! Es decir, se mantiene las cosas como estaban, se respeta el status quo, no me meto, no te metes, y los litigantes perdieron su plata. El acuerdo tácito funciona y el jerarca justifica los gastos, y en el Ministerio del Interior todos se hacen los cojudos, porque saben que se está justificando el presupuesto. Así nadie dice nada. Nadie hace nada y el pueblo sigue cojudeado.
La cosa es así, porque el Estado no hace nada por culturizar a su pueblo, y mantiene el status quo, por eso, cuando se trata de hacer algún cambio, los pueblos se atrincheran, se aleonan, se resisten y al final, se desata la violencia.
El Estado no quiere entender que somos pluriculturales, que la filosofía, la doctrina o las ideologías, que vienen importadas del extranjero, chocan contra el inconsciente colectivo de nuestro pueblo, mayoritariamente indígena, mayoritariamente ignorante, mayoritariamente bruto, que raya en lo imbécil, por falta de yodo y por atavismos mentales.
El inconsciente colectivo peruano por años ha confundido los actos con los artefactos. Recién- una minoría- empezamos a comprender que la cultura es una abstracción, como un todo integrado, funcional y razonable y que por lo tanto no debe confundirse con la obra material del hombre.
Ortega y Gasset enseñó que "El hombre es él y sus circunstancias", de lo que fluye que los patrones de conducta que cada grupo humano adopta es lo que predomina para valorar las cosas que satisfacen las necesidades humanas. Entonces, la estupidez de creer que es suficiente con cantar “sufre, peruano, sufre” surte la suerte de la coca, que adormece los sentimientos de los pobres. Nadie toca fondo, como para rendirse incondicionalmente a los dictados de los que detentan el Poder, que en la práctica la ostenta el pueblo, lo que se refleja en las reacciones contra los futbolistas fracasados, en la aprobación al trato que Natalia Málaga da a sus exitosas discípulas, en las revocatorias a sus autoridades, en la forma de eludir la justicia y el pago de impuestos, la burla en los chistes contra los políticos, los robos famélicos y todo lo que representa desprestigiar al Estado dominante.
El Estado no se ha preocupado en estudiar los             patrones explícitos que se extraen en ideas concretas del comportamiento colectivo y su diferencia con los patrones implícitos que obran en el inconsciente, que están arrai­gados en el alma popular y sin que nadie se de cuenta, son los lazos férreos que unen al hombre a deter­minadas conduc­tas de sus ancestros. Esa ligazón de lo andino ancestral invisible, que está permanente en cada acto del ser humano que afinca en Lima es lo que condiciona su respuesta a los pro­blemas nuevos, sin distraer su atención focalizada en tener dinero, para ser como los limeños libres del hambre.
El Estado no aprende que cuando los juicios colectivos son extraños a la autenti­ci­dad de la cultura se refleja en valores falsos o en una aceptación contraria a la verdad. Por ejemplo. Muchos se dicen católicos o cristia­nos, pero como han adoptado patrones de conducta norte­americanos (capita­lismo a ultranza) no hacen la voluntad de Dios, sino que quieren que Dios haga su voluntad; y en lugar de trabajar colectivamente para el desarrollo, esperan el milagro, la obra de Dios en una sola perso­na, y que se saque la lotería para salir de pobre y teniendo plata, recién colaborará con alguna dádiva para el bienestar de los que lo rodean.  Así resulta que siguen la imagen del Cristo Morado, mientas el original yace solo en su nicho en la Iglesia que lo guarda.
Esa es la diferencia que tenemos con los europeos. Nosotros confundimos lo que los europeos distinguen: El sueño -las ilusiones- de la realidad, la imagen con el modelo, su propia persona con el tótem, lo que queda en evidencia, con las noticias de Lima, que confunden más todavía a los provincianos, propalando junto con las notas de la realidad, las notas de la fantasía, “La Natacha se casará con su patrón, no se la pierda esta noche a las 8. “La chica pobre enamorada del niño rico” No se la pierda hoy a las 9. Y otras estupideces por el estilo, de tal suerte que la gente no sabe cuál es la realidad y cuál es la fantasía, lo que se ha complicado aún más con esa fantasía del “Valor de la verdad”, que hace creer a los opas, que el “polígrafo” es un instrumento eficaz para descubrir la mentira. ¡Oiga, si el polígrafo fuera tan efectivo, todos los abogados exigiríamos a los jueces, que sometan al polígrafo al criminal que queremos que confiese su crimen, y que no se le someta a la tortura policial, que todos los jueces aceptan, como medio natural de lograr descubrir la verdad, porque la tortura policial, a través de los siglos, ha demostrado ser más efectiva que el polígrafo para que el delincuente cante, y una vez que empieza a cantar, hay que pegarle para que se calle, porque hablan demás, como los artistas de la televisión, cuando son entrevistados, sobre tema que ni siquiera conocen.
El Estado no tiene medios para cambiar la mentalidad de los peruanos, mayoritariamente provincianos en Lima, en quienes las ideas acerca de todas las cosas son de origen colectivo: El grupo, el clan, la tribu, el club o el partido, las  comunica y las impone a los demás, invariablemente. Tales ideas están imbuidas de afectividad o pasiones: amores, temores, deseos y frustraciones, se mezclan con los pensamientos íntimamente. Lo natural y lo sobrenatural se confunde incesantemente en una visión cargada de aprensiones, temores, fervor e ilusiones mentales y sensoriales. lo que da origen a las “argollas”, el “bulling”, el predominio de las “colleras”, el “compadrito” y todas las taras sociales que hacen del peruano un ser increíble y del Perú, un país imposible de gobernar.
Así jamás se puede salir del subdesarrollo.
Por eso, antes que reprimir, como lo hace el Estado y calificar peyorativamente, como lo hacen los periodistas, hay que estudiar y cambiar a esta sociedad enferma.

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