Luego de los violentos hechos que han sucedido en LA PARADA , en Lima, apreciamos
en las noticias que han detenido a “las bestias”, a los “energúmenos”, a “los
salvajes” que atacaron a los policías, “muertos tenían antecedentes penales” y
en la mismas páginas, de los mismos noticieros, “entierran con honores a la
yegua”, de lo que fluye que no ha cambiado la realidad nacional. Que la vida
del ser humano vale menos que la vida de un animal. La yegua de la Policía , vale más que dos
seres humanos. ¡Increíble, verdad?
Los acontecimientos revelan que el Estado no tiene
presencia como tal. No existe en la conciencia del pueblo. Seguimos pensando
que “esa chusma, no tiene sentimientos, carecen de discernimiento y como semi
salvajes, no van a reaccionar jamás.
Esto significa que no hemos aprendido nada del
“BAGUAZO” y que los altos funcionarios seguirán actuando con arrogancia, sin
preocuparse por educar al pueblo, por seguir segregando a los más pobres, a
pensar por ellos y reducir sus
sentimientos y sus necesidades a la limosna, y a la discrecionalidad de los que
creen saberlo todo, con la seguridad que cuentan con el poder para sojuzgarlos
y reprimir sus emociones por la violencia de las armas de la Policía o del ejército.
Así tenemos que estamos creando una sociedad resentida
contra el Estado y como el Estado no nos sirve para nada, entonces debe
desaparecer.
Y de cuando en cuando, el pueblo les demuestra a los
gobernantes que es más fuerte y los hace retroceder, manteniendo cada cual su
propio feudo y sus propias leyes.
Así, el cinco de febrero de 1975, los limeños fueron
asustados por la violencia desatada por el pueblo de la Victoria , San Luis y el
Agustino, que desde las avenidas Bolivia y 28 de Julio, fueron progresivamente
rompiendo todos los cánones, derrotando a los defensores del sistema. Primero
marchando con lemas de protesta, luego incendiaron vehículos policiales, más
adelante, el Banco de la Nación ,
de Petit Thouars y cuando encontraron que los policías no estaban preparados
para esa reacción popular, se hicieron dueños de las calles, y comenzó el
saqueo.
Años después, en Bagua, con Alan García, pasó lo mismo.
La policía disparó todo lo que tenía, y cuando se acabaron las bombas
lacrimógenas y las balas, los indígenas los mataron a machetazos. Igual pasó en
Arequipa, con Toledo, y en Cajamarca y Cusco, lo mismo con Ollanta Humala.
Y ahora, en la Parada , en Lima, también se derrotó a la policía,
y la turba, sin armas, hizo caer como cualquiera cosa a la policía montada, lo
que nos demuestra una gran verdad. LA POLICÍA
NO CUENTA CON ELEMENTOS DISUASIVOS PARA REPRIMIR AL PUEBLO y
el pueblo está aprendiendo a hacer correr a la policía.
¿Por qué la policía no cuenta con elementos disuasivos,
si en el Presupuesto General de la
República , siempre se aprueba un gasto de millones, para la
compra de material represivo?
Porque existe corrupción y nadie la combate.
Los altos mandos se roban el dinero del presupuesto, la
propia policía, que sabe cómo se hacen los robos, venden o alquilan las armas y
venden las balas a los delincuentes, porque cuando hay un operativo, les
entregan sólo una cacerina y una bomba lacrimógena, y después que termina el
operativo, sus jerarcas facturan como si hubieran entregado miles de balas y
cientos de bombas, con lo cual justifican el robo del dinero presupuestado.
En las noticias informan que los comerciantes les
pagaron CIEN Nuevos Soles a los delincuentes, y por eso, también, la PNP no actuó como corresponde
a su rol, porque ellos cobran CINCUENTA Nuevos Soles, cuando van a hacer un
desalojo, y piensan que no es justo que a los delincuentes se les pague más,
cuando todos sabemos, en provincias, que el pago es parejo. Acá, en Pisco, los litigantes les pagan
cincuenta Nuevos Soles, al efectivo policial, para que los defienda y la otra
parte paga la misma cantidad a los delincuentes que los van a defender, en el
desalojo, la inspección policial, o lo que sea, porque así se manejan las cosas
en este país. Al final, luego de una escaramuza, el juez suspende la diligencia
y ¡Quedamos pates! Es decir, se mantiene las cosas como estaban, se respeta el
status quo, no me meto, no te metes, y los litigantes perdieron su plata. El
acuerdo tácito funciona y el jerarca justifica los gastos, y en el Ministerio
del Interior todos se hacen los cojudos, porque saben que se está justificando
el presupuesto. Así nadie dice nada. Nadie hace nada y el pueblo sigue
cojudeado.
La cosa es así, porque el Estado no hace nada por
culturizar a su pueblo, y mantiene el status quo, por eso, cuando se trata de
hacer algún cambio, los pueblos se atrincheran, se aleonan, se resisten y al
final, se desata la violencia.
El Estado no quiere entender que somos pluriculturales,
que la filosofía, la doctrina o las ideologías, que vienen importadas del
extranjero, chocan contra el inconsciente colectivo de nuestro pueblo,
mayoritariamente indígena, mayoritariamente ignorante, mayoritariamente bruto,
que raya en lo imbécil, por falta de yodo y por atavismos mentales.
El inconsciente colectivo peruano por años ha
confundido los actos con los artefactos. Recién- una minoría- empezamos a
comprender que la cultura es una abstracción, como un todo integrado, funcional
y razonable y que por lo tanto no debe confundirse con la obra material del
hombre.
Ortega y Gasset enseñó que "El hombre es él y
sus circunstancias", de lo que fluye que los patrones de conducta que cada
grupo humano adopta es lo que predomina para valorar las cosas que satisfacen
las necesidades humanas. Entonces, la estupidez de creer que es suficiente con
cantar “sufre, peruano, sufre” surte la suerte de la coca, que adormece los
sentimientos de los pobres. Nadie toca fondo, como para rendirse
incondicionalmente a los dictados de los que detentan el Poder, que en la
práctica la ostenta el pueblo, lo que se refleja en las reacciones contra los
futbolistas fracasados, en la aprobación al trato que Natalia Málaga da a sus
exitosas discípulas, en las revocatorias a sus autoridades, en la forma de
eludir la justicia y el pago de impuestos, la burla en los chistes contra los
políticos, los robos famélicos y todo lo que representa desprestigiar al Estado
dominante.
El Estado no se ha preocupado en estudiar los patrones explícitos que se extraen
en ideas concretas del comportamiento colectivo y su diferencia con los
patrones implícitos que obran en el inconsciente, que están arraigados en el
alma popular y sin que nadie se de cuenta, son los lazos férreos que unen al
hombre a determinadas conductas de sus ancestros. Esa ligazón de lo andino
ancestral invisible, que está permanente en cada acto del ser humano que afinca
en Lima es lo que condiciona su respuesta a los problemas nuevos, sin distraer
su atención focalizada en tener dinero, para ser como los limeños libres del
hambre.
El Estado no aprende que cuando los juicios
colectivos son extraños a la autenticidad de la cultura se refleja en valores
falsos o en una aceptación contraria a la verdad. Por ejemplo. Muchos se dicen
católicos o cristianos, pero como han adoptado patrones de conducta norteamericanos
(capitalismo a ultranza) no hacen la voluntad de Dios, sino que quieren que
Dios haga su voluntad; y en lugar de trabajar colectivamente para el
desarrollo, esperan el milagro, la obra de Dios en una sola persona, y que se
saque la lotería para salir de pobre y teniendo plata, recién colaborará con
alguna dádiva para el bienestar de los que lo rodean. Así resulta que siguen la imagen del Cristo
Morado, mientas el original yace solo en su nicho en la Iglesia que lo guarda.
Esa es la diferencia que tenemos con los europeos.
Nosotros confundimos lo que los europeos distinguen: El sueño -las ilusiones-
de la realidad, la imagen con el modelo, su propia persona con el tótem, lo que
queda en evidencia, con las noticias de Lima, que confunden más todavía a los
provincianos, propalando junto con las notas de la realidad, las notas de la
fantasía, “La Natacha
se casará con su patrón, no se la pierda esta noche a las 8. “La chica pobre enamorada
del niño rico” No se la pierda hoy a las 9. Y otras estupideces por el estilo,
de tal suerte que la gente no sabe cuál es la realidad y cuál es la fantasía,
lo que se ha complicado aún más con esa fantasía del “Valor de la verdad”, que
hace creer a los opas, que el “polígrafo” es un instrumento eficaz para
descubrir la mentira. ¡Oiga, si el polígrafo fuera tan efectivo, todos los
abogados exigiríamos a los jueces, que sometan al polígrafo al criminal que
queremos que confiese su crimen, y que no se le someta a la tortura policial,
que todos los jueces aceptan, como medio natural de lograr descubrir la verdad,
porque la tortura policial, a través de los siglos, ha demostrado ser más
efectiva que el polígrafo para que el delincuente cante, y una vez que empieza
a cantar, hay que pegarle para que se calle, porque hablan demás, como los
artistas de la televisión, cuando son entrevistados, sobre tema que ni siquiera
conocen.
El Estado no tiene medios para cambiar la mentalidad
de los peruanos, mayoritariamente provincianos en Lima, en quienes las ideas
acerca de todas las cosas son de origen colectivo: El grupo, el clan, la tribu,
el club o el partido, las comunica y las
impone a los demás, invariablemente. Tales ideas están imbuidas de afectividad
o pasiones: amores, temores, deseos y frustraciones, se mezclan con los
pensamientos íntimamente. Lo natural y lo sobrenatural se confunde
incesantemente en una visión cargada de aprensiones, temores, fervor e
ilusiones mentales y sensoriales. lo que da origen a las “argollas”, el
“bulling”, el predominio de las “colleras”, el “compadrito” y todas las taras
sociales que hacen del peruano un ser increíble y del Perú, un país imposible
de gobernar.
Así
jamás se puede salir del subdesarrollo.
Por
eso, antes que reprimir, como lo hace el Estado y calificar peyorativamente,
como lo hacen los periodistas, hay que estudiar y cambiar a esta sociedad
enferma.
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